viernes, 24 de febrero de 2012

Capitulo Once " A San Fermín venimos...."

   " A cane muto et aqua silente cane tibi"
   Cuidado con el perro que no ladra y con el agua silenciosa.


   Tomás se levantó temprano esa mañana. Apoyó su pie derecho en el suelo ( para que el día vaya bien) y se calzó las viejas sandalias de cuero. Miró por entre los barrotes de la ventana y el cielo rojizo del amanecer se asentó en sus ojos.Desayunó junto a los otros en aquellos cuencos de barro y salió rumbo a su taller construido con madera y algunas piedras. Este médico  además de curar los males del cuerpo con los pocos elementos que tenía a su alcance también curaba algunos males del alma, especialmente entre los jóvenes que muchas veces se hundían en el abismo de la desesperanza. Muchos de ellos querían abandonar el fortín en busca de nuevos horizontes.
  -Tiene que haber más gente por ahí fuera-decían.
  -Si,seguro que hay personas al otro lado-les contestaba - pero fuera es peligroso. Aquí estamos desde hace casi cinco años y no nos ha ido del todo mal,verdad?-les decís.
  -Del todo mal?,Vivir en esta carcel es no irnos "del todo mal"?-acusaban.
  -Ya vendrán tiempos mejores-respondía. Siempre amable,tratando de imponer un poco de juicio en esa sinrazón. Los más jóvenes siempre le escuchaban y le tenían en alta estima.
  Y así muchas veces,desbaratando planes de fuga y haciendo de su hobby un pasatiempo que lo llevaba bien lejos en sus recuerdos: las bicicletas.Reparaba todas él solo. Las de dentro y las que de vez en cuando algún humano traía de todas las que habían colocado por toda Pamplona.Él mismo les había puesto a cada una de ellas el cartelito que rezaba"en la Ciudadela te estamos esperando". Se suponía que era un mensaje dirigido a los humanos. Aunque a decir verdad desde hacía meses que no venía ninguna del exterior con gente nueva.
   Por los caminitos de la Ciudadela algunos estaban en plena actividad. Unos practicando con sus arcos y flechas, otros tirando sus lanzas contra cabezas de trapo a modo de dianas, a modo de inhumanos. Un poco más allá en los hornos de barro, las abuelas de costumbre moldeando el pan que degustaban todos los días. Una pequeña ciudad dentro de otra gran ciudad perdida para siempre y viviendo con los víveres de ésta.
  -Buenos días, Julia- saludó.
  -Hola Tomás, que tal vas?-le respondió.
  -Aquí andamos. La verdad es que no pude pegar un ojo en toda la noche. Esos gritos....
  -Si,yo también los escuché, parecían muchos, no?
  -Si, muchos- Bueno te dejo, hasta luego-
  -Hasta luego, Tomás-
  Y cada cual siguió su camino.
Cerca de su taller vio a Andrea hablando con Merlín. Desde hacía un tiempo ellos querían hacer una batida en busca de más gente o de alguna salida. Una práctica que antes era habitual pero que en los últimos meses se había suspendido por orden de Iñaki.
   -Tenemos poco espacio y alimentos- era la excusa del jefe.
   -Estoy segura de que hay más humanos al otro lado- decía Andrea.
   -Si, yo también pienso así pero el jefe es el jefe y órdenes son órdenes. Bien sabes que no estoy de acuerdo con él en muchas cosas pero tengo que respetar sus decisiones. Fue elegido por la gente.
   -Lo sé- se lamentó Andrea- pero cuantos hemos encontrado así, treinta?cuarenta? Fuera no tienen escapatoria,aquí al menos... y suspiró profundamente.
   Tomás se apuntó a la conversación.
   -Creo que deberíamos tirar bengalas como antes, desde algún lado nos verán-dijo
   -Buena idea, Tomás. Se lo propondré a Iñaki esta tarde.
   Tomás llegó hasta su pequeño refugio.Lo estaban esperando.
   -Hola Tomás, te estábamos esperando . El mayor de tres críos era el que habló.-Tengo una rueda pinchada-. Los chicos de la Ciudadela pocas veces podían hacer de "chicos". Ayudaban en todo lo que les mandaban o podían hacer pero algún que otro día se podían dar el "lujo" de jugar un poquito a ser "niños".
   -Pero como no!-exclamó Tomás y con una habilidad fruto se su experiencia dió vuelta la bicicleta y en dos segundos desarmó la rueda.
  - Tomás, Tomás, por qué no nos cuentas cómo te escapaste de los inhumanos esa vez de los toros?- dijo uno.
  -Pero si ya os lo sabéis de memoria, mejor que yo- respondió Tomás.
  -Que lo cuente,que lo cuente!!- dijeron a coro los tres.
  -Está bien chicos, ahí va- dijo complaciente y otra vez volvió a relatar la historia. Era una historia que casi toda la Ciudadela conocía. Cada vez que la contaba le agregaba nuevos datos,verdaderos o inventados, tratando de despertar el interés en los demás.
  -Bueno-empezó- En las primeras épocas , cuando empezó este problema, este problemilla con los inhumanos- sonrió para sacarle dramatismo a la narración- Yo vivia cerca de la Plaza de Santiago. Un día que no había muchos inhumanos por la calles salí en busca de comida y de bebida. Caminé un poco por allí, después fui hacia Santo Domingo esquivando dos o tres inhumanos que me empezaron a correr. Pero, claro- fanfarroneó un poco- como yo era mucho más rápido pronto los esquivé. Me metí en un bar de cómida rápida cercano al Museo de Navarra para ver si encontraba algo allí dentro. Solo conseguí un par de botellas de gaseosa como máximo botín. Salí de nuevo a la calle y me sorprendió todo lo que ví. Una sorpresa desagradable. Me ví rodeado de repente por mas de veinte inhumanos. Esos seres inmundos me gruñian y estiraban sus garras para cogerme. Esquivé a uno, a otro y a un tercero le dí en la cabeza con un hierro que llevaba de arma.Empecé a correr y correr cuesta abajo. Me seguían de cerca y al llegar abajo de Santo Domingo me doy de frente con otra docena que venían subiendo con su andar cansino, arrastrando sus piernas, arqueando sus cuerpos  desfigurados por la muerte. Eran muchos contra mí solo y entonces desde una ventana escuché la voz de una mujer que me gritaba " salta dentro del corral, salta". Yo apenas pude ver quien me gritaba pero ese grito me salvó la vida. Como pude me subí al viejo portón de madera al tiempo que le volaba algunos dientes podridos a un inhumano de una patada. Después me trepé hasta donde antes lanzaban el cohete. Lo que ví dentro me aterrorizó aún más. Allí los últimos seis toros de un encierro que jamás se corrió, flacos, famélicos-
  -Que es famélico?- preguntó uno de los niños.
  -Muerto de hambre- contestó otro con aire de suficiencia.
  -Bueno, estos toros- prosiguió Tomás- me miraban con cara de pocos amigos. Calculad que estaba allí desde hacía unos cuantos días, casi sin comida ni agua y entonces pensé en que tenía ganas de ver un encierro privado. Levanté como pude la traba que separaba la vida de la muerte y algunos inhumanos se metieron dentro del corral. Lo que pasó fue como en esas películas mudas de risa. Los toros aún débiles se abalanzaban sobre los inhumanos, les hundían sus cuernos en el abdomen, en sus piernas, los atropellaban como locomotoras descarriladas pero se levantaban de nuevo e iban contra ellos. Los animales arremetían contra ellos, los levantaban por el aire. Uno de estos astados acorraló a un inhumano contra la pared. El inhumano no sabía que hacer, se cogía de un cuerno, se caía, se levantaba, era incrustado de nuevo contra la pared. Los demás corrían igual suerte, parecía una escena de bolos. Los únicos que no se levantaban eran los que eran atravesados en la cabeza.Y así pude escaparme, viendo esa lucha increible entre inhumanos y toros- concluyó Tomás
   -Que historia mas guay- dijo el mayor de los chicos
   -Así es, chicos- dijo Tomás -y aquí está la bicicleta arreglada. Le dió la vuelta y se la entregó a los chicos que se fueron al exterior del taller.
  Nadie a ciencia cierta sabía si esa historia era cierta o no, pero ya pertenecía al folclore de la Ciudadela y los chicos eran los que más disfrutaban con ella.
  -Tomás,Tomás,rápido! gritó Merlín- tenemos un herido.
El médico-bicicletero se lavó rápidamente las manos y salió al encuentro de Merlín. Las bicicletas y los recuerdos podían esperar.




sábado, 18 de febrero de 2012

Capitulo Diez "Mala digestión"

   "Ab insomne non custita dracone"
    Para vigilar el dragón debe permanecer insomne"


   21:00 horas. Comedor de la Ciudadela.

  Los recién llegados eran el centro de atención. Nadie en el fortín creía que fuera de sus límites hubiera vida. Pero se equivocaron. A la hora de la cena se hacían turnos de 50 personas. Los demás vigilaban las entradas,hacían las fogatas para ahuyentar los insectos,entretenían a los niños con cuentos o preparaban las incómodas camas para dormir.
  En una de aquellas mesas Inaki hablaba con los recién llegados...
-Y cuéntame un poco cómo hicieron para llegar hasta aquí-
-Bueno-respondió Jota Jota-No fue nada fácil-Nosotros vivíamos en la calle Amaya, casi en el cruce con Iturralde y Suit cuando empezó esto. Al principio,cuando veíamos que las cosas iban a peor nos fuimos de allí a un lugar un poco más alejado,cerca de Estella. Estuvimos cerca de un año en casa de unos parientes pero cuando éstos murieron y ante la escasez de alimentos decidimos regresar aquí. Asi que en un par de caballos que merodeaban por la zona vinimos de nuevo para Pamplona ya que acá teníamos el único refugio posible: nuestra casa. Pero nos equivocamos. Nuestro hogar estaba destruido producto de las luchas del ejército contra los inhumanos y de repente nos encontramos sin víveres, sin casa, sin nada. Recorrimos las casas vecinas en busca de alimentos y pudimos hacernos con una pequeña reserva. Mi mujer por aquella época había dado a luz y nuestra situación era terrible.Nos encontramos con un grupo de supervivientes que vivían en el Monumento a los Caídos. Estaban bastante organizados,eran cerca de una docena.Tratábamos de no llamar la atención de los inhumanos. Tuvimos varias peleas con ellos y varios cayeron allí. Al final quedamos solo siete. Un moribundo que nos encontramos hace unos meses nos dijo que en la Ciudadela vivía gente. Entonces decidimos salir en vuestra búsqueda. Los otros tres salieron hace una semana. Prometieron que en cuanto llegaran aquí vendrían a por nosotros. Pero no fue así. Sin alimentos, casi sin agua,estábamos desesperados. Anoche tomamos la decisión. Saldríamos a la mañana siguiente-concluyó
   Merlín, el segundo,preguntó:-Y dinos como está la situación por alli?,Hay muchos inhumanos?
  -Muchos es poco-aseguró Jota Jota.- Desde un hueco que habíamos abierto en el Monumento los veíamos. A veces se agolpaban de a cientos. Ocupaban toda la Plaza Conde Rodezno. Si uno miraba para Carlos III solo se veían inhumanos. Caminando, con su andar bamboleante,ensangrentados,peleando contra perros salvajes,con sus caras desfiguradas. Desde nuestro escondite sentíamos un miedo terrible.-terminó.
  -Y como hacían para abastecerse-preguntó el viejo de la Chantrea.
  -Teníamos sobre todo latas, agua mineral. De vez en cuando salíamos a buscar algo de comida por allí,pero se nos fue agotando. Muchas veces caminábamos entre ellos haciéndonos pasar por inhumanos hasta que se daban cuenta, ya que los nervios nos traicionaban. Y entonces corríamos, y corríamos más. Nos seguían como locos,como demonios enfurecidos. Algunos caían. Recuerdo a Miguel y su mujer Ana. Un día,en una de estas incursiones pudieron llegar hasta el aparcamiento de Blanca de Navarra y sacar uno de los autos allí abandonados.En ese auto iban ellos y Mauricio uno de los que manejaba el refugio. Dieron una vuelta en busca de comida.Llegaron hasta el hiper que estaba cerca del canal Seis, frente al Diario. Todavía allí se podía conseguir algo de agua y  algún alimento no caducado. Aunque eso era lo de menos. Tuvieron que lidiar con varios inhumanos que allí se encontraron. Lamentablemente Ana fue alcanzada por los caníbales. Su cuerpo en el suelo  desparramado entre aquellos seres. Miguel quiso defenderla pero todo fue en vano. Era tarde. Subieron al auto rápidamente con el escaso botín y cogieron rumbo al Monumento.
  -Que horrible-dijo Julia-Que pasó con ellos?preguntó.
  -Miguel no pudo soportarlo y a la semana se pegó un tiro.-En cuanto a Mauricio-hizo una pausa-era uno de los que salieron hace una semana. Nada supimos ya de él.

Uno de los puestos de bicicletas ubicado en la Plaza del Castillo
Había una docena en diferentes lugares de Pamplona
  -Creo que me voy a ir a descansar-dijo Fernando, el hermano de Jota Jota. Estoy cansado y no me siento muy bien. Debe ser la comida. Hacía rato que no comíamos algo tan rico como estos pollos,si me disculpan-y hacíendo un gesto con la mano a todos dijo un " buenas noches" y se retiró. Ya tenía asignada su cama en el pabellón,la ciento doce.
   Los primeros cincuenta se retiraron para dejar paso a los siguientes. Inaki saludó y se retiró a dar la vuelta por los puestos de control como hacía todas las noches. Una rutina que cumplía a rajatabla.
   -Todo tranquilo?-preguntó a uno de los vigías.
   -Sí Inaki-le respondió desde lo alto-Aunque los notó algo alterados. Se están juntando muchos allí en la esquina.
   -Debe haber algún animal por ahí-Bueno-estad atentos, buenas noches-mañana será otro día.
   -Buenas noches- y volviéndo la cabeza hacia la Avenida del Ejército continuó su guardia.
   El silencio se adueño del fortín.Las familias que tenían sus aposentos separados se despedían. Se redoblaba la vigilancia. Los que manejaban en ese momento la defensa recorrían todas las puertas de acceso comprobando que estuvieran bien cerradas y con guardias. Esa vieja Ciudadela, refugio de los Últimos Doscientos,se oscurecia otra noche más. Los generadores se apagaron y se hizo el silencio absoluto. Como siempre,alguna rata o algún animal doméstico era motivo de pelea entre los inhumanos.-Problema de ellos-pensaba uno de los vigías.
  Iñaki se acostó. Su habitación separada de la de los demás era un museo de Osasuna  Nadie sabía como había hecho para juntar todos esos recortes de diarios,camisetas y algún balón.Muchas veces pasaba las noches sin dormir y entonces era cuando recordaba sus viejas épocas de jugador.Se acordó cuando un invierno frío,uno de los más fríos que había vivido desde las tribunas de su club, su Osasuna querido le había ganado al Barcelona super campéon. Que noche más emocionante!Tres a dos!Pero que frio que hacia!No alcanzaban ni las mantas,ni el pacharán que se habia tomado.Los dedos congelados,pero una satisfacción grandiosa. El viejo estadio del Reino de Navarra jamás volvió a vibrar como lo hizo aquella noche. Qué lejos había quedado eso!  ¿Dónde habrían terminado los de su cuadrilla? ¿Alguno se habría salvado?
  Un grito rompió sus recuerdos. Era uno de esos gritos de terror que presagiaba algo malo. Un grito desde adentro del alma fruto de la desesperación. Cogió su arma y salió corriendo en dirección a aquel tumulto. Era en uno de los pabellones para dormir. Una luz que se enciende. Más gritos, carreras... Desde el Pabellón número Dos una pareja sale corriendo.
   -Auxilio,auxilio-gritaron.
   Iñaki entró al recinto al tiempo que lo hacían dos o tres de sus centinelas armados con sus arcos. Que podría estar pasando? Lo que vieron los lleno de pánico. Allí, entre unas sábanas  ensangrentadas alguién se debatía entre la vida y la muerte. Encima de él,con unos ojos poseídos por el mal estaba Fernando, uno de los recién llegados. Entre sus manos, aquel pobre hombre que tuvo la mala suerte de ocupar la cama número ciento once y que ahora yacía medio muerto. 
Iñaki no vaciló. Apuntó su arma y disparó. Fernando o lo que había quedado de él cayó al suelo alcanzado en su cabeza. Corrieron hasta Félix. Era uno de los cocineros del fortín. Apenas tenía un hilo de vida. Merlín le cogió entre sus brazos y le levantó la cabeza. Entonces Félix miró vagamente a Iñaki, respiró profundamente y pasó a mejor vida. Nadie de los presentes lo podía creer. Era la primera vez en tres años que algo así sucedía dentro de la Ciudadela. Los sanitarios retiraron el cuerpo de la infortunada víctima. Los generadores volvieron a encenderse. Era el protocolo que debía utilizarse en caso de algún ataque por la noche. No había sido la "buena comida" como dijo Fernando. Seguramente en su lucha contra los inhumanos alguno le había transmitido el mal. Ese mal que se despertó cuando precisamente casi todos estaban dormidos. Una víctima más entre sus moradores y que seguro no sería la última.


 
  
 

 
 
 

sábado, 11 de febrero de 2012

Capitulo Nueve " Recién llegados"

  
  "Si bene commemini, causae sunt quinque bibendi: hospitis adventus,praecens sitis, atque futura, aut vini bonitas, aut quaelibet altera causa"
  Si mal no recuerdo, son cinco los motivos para beber: la llegada de un amigo, la sed del momento, o la futura, la bondad del vino o cualquier otra cosa.


   El vigía de turno estaba atento. Desde su puesto de control en la entrada principal de la Ciudadela observaba todo cuanto estaba a su alcance. Con sus prismáticos alcanzaba a ver hasta la rotonda de la Avenida de Carlos III y para el otro lado hasta el Parque de la Taconera. Todo normal. Si uno se abstraía y observaba el cielo azul de Pamplona , el canto de algunos pájaros al amanecer se podía imaginar que nada de lo que se estaba viviendo era real. Ahora si uno bajaba la cabeza hacia la Avenida Del Ejército volvía de golpe a esa visión del mundo traída desde el fondo del horror. Cientos de inhumanos peleándose por un trozo de cerdo recién muerto, alguna ardilla o algún caballo salvaje era la vista habitual de los últimos años. No siempre fue así por supuesto. Esa avenida era el paso obligado para llegar al centro de Pamplona si uno venía desde San Juan, Iturrama, Ermitagaña, Mendebaldea y los demás barrios que formaban la urbe. Esa misma avenida que se cortaba al tránsito cuando miles de personas acudían para ver los fuegos artificiales de San Fermín. Ahora casi lo único artificial que había era esa vida confinada a los muros de la Ciudadela.
  - Atencíón,atención-dijo el vigía ubicado en el Baluarte. Aquella construcción dedicada a la cultura en Pamplona-Creo que viene alguien-pronunció.
  -Aquí vigía de la Ciudadela-respondió el otro-Por favor,repetir información-
  -Aquí Baluarte- dijo el otro-Ubicación 15 horas,posibles humanos en dirección Ciudadela-
 El vigía de la entrada principal apuntó con sus prismáticos la rotonda de Merindades. Observó detenidamente. No divisaba nada. Bueno,si. Vió como la especie humana se había ido por donde había venido y solo era un puñado de hombres que la mantenían con existencia. Una existencia humana y normal. Nada de nada. De repente detrás de una furgoneta oxidada vió aquel desplazamiento medido. No había dudas; se trataba de humanos!. Humanos!. Los últimos en llegar a la Ciudadela ya tenían un año allí. Todavía había vida allí afuera!.
  Cogió rápidamente el walkie y llamó al Jefe.
-Iñaki, me recibe?-
-Iñaki al aparato-se oyó del otro lado.
-Tenemos visitantes en apuros-comentó el vigía-
-Llama rápidamente al Cuerpo de Centinelas-ordenó.
El vigía obedeció. Accionó la alarma que comunicaba con el Cuerpo de Centinelas,esa fuerza especial creada por Iñaki para la protección de los muros. En dos minutos ya estaban listos.
-A su posiciones-ordenó el segundo de la Ciudadela,Merlín. Este apodo se debía a que era un aficionado a la magia. Pasaba largos ratos practicando frente al espejo trucos con cartas para luego distraer a sus más cercanos.Algo había que hacer encerrado entre esas cuatro grandes paredes.
  Media docena de centinelas ya estaban en sus posiciones. La escasez de armas había hecho que se volviera a viejas técnicas de combate y la confección de armas ya obsoletas pero que en los tiempos actuales eran de gran utilidad. Apostados en lo alto de aquellos muros tensaban sus arcos para enfrentar al enemigo. Los inhumanos deambulando sin sentido. Varias decenas se agolpaban frente a la entrada principal. Otros yacían en el suelo, se arrastraban como insectos,se chocaban,se levantaban. Sus caras desfiguradas por los golpes,el hambre y las infecciones eran una pequeña muestra de la inmundicia humana. Otros,con extremidades mutiladas eran lejanos vestigios de lo que alguna vez fuera un humano.Las esquinas de la avenida de Pio XII con la Avenida del Ejército y ésta con Yanguas y Miranda estaban bloquedas con vehículos para hacer más dificultoso el avance inhumano. Claro,se habían puesto cuando todavía se podía salir de la Ciudadela. Ahora era tal la plaga de inhumanos que era imposible hacerlo. Solo se salía para lo indispensable y solo el vigía del Baluarte podía hacerlo a través de una tirolina que lo comunicaba con la terraza de ese lugar. Así y todo los inhumanos pasaban. Es increíble lo que la especie humana aún reducida a tal podedumbre puede hacer para buscar comida. Así fue siempre y así lo será. También sobre la calle había numerosos cuerpos en descomposición,humanos o inhumanos producto de viejas batallas y a los que no se les pudo dar sepultura. Los centinelas observaban atentos.
   Y no ,el vigía no se equivocaba.Entre los autos sigilosamente avanzaban. Eran dos hombres ,una mujer y un niño. Corrían,se agachaban,se levantaban nuevamente y se echaban a correr.El espanto se les veía en el rostro, sus gestos desencajados,el terror.En su carrera de vez en cuando se les cruzaba algún inhumano y los hombres revoleaban sus mazas y hachas y los volteaban. Solo dejaban de existir si se les daba un golpe en la cabeza . Y bien dado.
Pero claro, estos golpes sumado a los gritos de la mujer y el llanto del niño atraía a más inhumanos.Justo eso era lo que estaba pasando.
  -Rápido,tirad la bengala-gritó Merlín.
Un silbido y una estela en el cielo. Una pequeña explosión en el cielo. Todo para llamar su atención.Los nuevos la vieron y corrieron hacia la Ciudadela. Decenas de inhumanos los seguían. El niño en brazos de uno de los hombres. La mujer que blandía su hacha cortando extremidades. Los separaban apenas cien metros.
  - No llegarán-dijo Merlín afligido y cogiendo su walkie llamó a Inaki.
  -Inaki,tendremos que salir a buscarlos-
  -Ya estoy aquí-contestó secamente ,como siempre. Hombre de poca carisma pero de mucho carácter . Como el que destilaba cuando despejaba balones en Osasuna.Llegó hasta su cuerpo de elite en lo alto de la Ciudadela.Y entonces los vió.Pelendo codo con codo,debatiéndose entre la vida y la muerte. La muerte les plantaba cara. Y en esa cara la expresión del mal.
 -Preparad los vehículos,salimos!-ordenó Iñaki.
 El dsipositivo de rescate se puso en marcha. Los conductores que se suben a las máquinas,se encierran en ellas.Los centinelas apostados en los torreones apuntado con sus flechas. Y empieza la función.
  -Que empiece la música -gritó uno de ellos. Y una lluvia de flechas incendiarias que se incrustan en las cabezas de los inhumanos del portón de entrada.Caen una docena en los primeros dos minutos.El portón que se abre. Las dos máquinas que salen con sus armas afiladas,clavándose en más cuerpos y pasando por encima de otros.Los que abrieron el portón lo cierran de golpe evitando la entrada de inhumanos.Alguna vez alguno se había colado dentro pero pronto fue reducido por la fuerza defensiva.Las dos máquinas tocando las bocinas llamando la atención de los visitantes que corren hacia ellos.Los centinelas desde la torre vaciaban sus bolsas de flechas. Los inhumanos caían como moscas,incapaces de esquivarlas,cayendo como moscas.Uno de los hombres se sube en la parte de atrás de una de las máquinas,la mujer levanta al niño y se lo entrega.Se sube a la otra máquina y el hombre tropieza cuando quiere hacer lo mismo.Lucha contra tres inhumanos y su lanza se incrusta en el craneo de uno de ellos.Cae al suelo, se abalanzan sobre él.Se levanta rápidamente y corre. Desde uno de los aparatos el otro hombre levanta su hacha y mata al más próximo.El perseguido trepa a una de las uñas del toro mecánico y los vehículos avanzan a la Ciudadela. La flechas caen y caen,unos cuantos menos.Las uñas, como un ariete van cortando en dos a los inhumanos y el hombre en lo alto de la máquina apenas puede sostenerse.El vehículo salta sobre cuerpos y hace que el hombre caiga al suelo. Se levanta a duras penas y corre.
  -Abrid la puerta-gritó Inaki.
 -Rápido,rápido-siguió Merlín.
El portón se abrió y entran los dos vehículos. Junto a ellos se introducen cuatro o cinco inhumanos que detienen su marcha y muestran sus dientes. Uno de los defensores clava su estaca por la espalda en la cabeza de uno de ellos que cae fulminado. Julia arroja una de sus hachas y voltea a otro. Desde el torreón una andanada de flechas cae como lluvia sobre ellos. La batalla termina.Vuelve la calma.
  Inaki y Merlín se cuadran delante de los visitantes. Los dos hombres, la mujer y el niño que no para de llorar.
 -Soy Iñaki-el jefe de este fortín-se presentó-y éste es mi segundo, Merlín. Bienvenidos.-terminó.
 -Gracias-dijo el mayor, todavía agitado.- Soy José Joaquín , pero todos me llaman Jota Jota y este es mi hermano Fernando, ella es mi mujer Matilde y mi hijo Pablo.
  -Julia-habló Iñaki-Lleva a Matilde y su niño al comedor con los demás niños,que le den algo de comer. Ella asintió y se los llevó.Una nueva vida comenzaba para todos ellos. Bueno, para todos no.
Desde la entrada principal de la Ciudadela se controlaba
toda la Avenida Del Ejército
                                                                              

miércoles, 1 de febrero de 2012

Capitulo Ocho "Pamplona en llamas"

    "Ardet nec consumitur"
    Quemada pero no destruida.



 El viejo del Paseo Sarasate (Paseo Valencia,como le gustaba decir) dobló el papel y se lo devolvió al australiano. No me digas que tú fuiste uno de los que se salvó de aquel desastre-dijo.
  -Si-contestó con pesar el extranjero y se quedó en silencio.





Jueves 12 de julio 2012


El aeropuerto de Pamplona,en Noaín era un mundo de gente. En el hall recién reformado no cabía un alma. Cientos de personas apiñadas frente a las carteleras electrónicas miraban la hora de sus vuelos.La entrada al aeropuerto estaba militarizada por los últimos desmanes. Después de haberse suspendido las fiestas y ante la poca información que brindaban las autoridades el grueso de los visitantes había abandonado la ciudad aunque muchos todavía estaban allí.En el aeropuerto. La entrada al aeropuerto estaba muy controlada. Nadie sin billete podía acceder a él. Así y todo era un descontrol. Luego de establecerse la cuarentena en la ciudad solo se permitía salir de ella a través del aeropuerto siempre y cuando los ciudadanos no presentaran ningún síntoma de nada.Los controles médicos eran muy rigurosos,cualquier atisbo de fiebre,sarpullido,dolor de cabeza ,malestar en general hacía que aquel individuo no viajara.
   Una voz de chica del tiempo se oyó en el altavoz:
"Atención damas y caballeros. AirPlanet anuncia que la salida del vuelo 3126 rumbo a Madrid se producirá en treinta minutos. Por favor acercarse a la puerta 2 urgentemente para agilizar el embarque y no tener más demoras.Gracias".
Muchos pasajeros corrieron hasta la cinta de las maletas y se colocaron desordenadamente en la fila.El personal de aeropuerto y el ejército trabajaban afanosamente. Durante el día más de treinta aviones habían despegado,algo inusual para aquel pequeño aeropuerto del norte de España. Aquellos "de fuera de Pamplona" que vinieron a pasar sus " sanfermines" huían de la ciudad.Vuelos hacia Madrid,Valencia,Barcelona. Cualquier lugar era bueno para olvidarse de aquellas fiestas,de aquellas muertes inexplicables, de aquella epidemia de no se sabe qué enfermedad. Serían las últimas fiestas.
   Los sanitarios  de la entrada detectan alguien sospechoso. Una mujer mayor, de aproximadamente 65 años, de rasgos nórdicos y mirada extraña. Lleva varias horas esperando salir. Esa espera fue lo que la delató. Se resiste. Comienza el forcejeo. Cae al suelo. La levantan y ante la mirada atónita de los demás saca sus dientes y los hunde en el primer oficial que tiene la mala suerte de cruzarse en su camino. Sus dientes no se despegan del cuello y la sangre chorrea de su boca. Parece un animal acorralado. Mueve de derecha a izquierda su cabeza tratando de arrancar algún trozo de carne fresca. Y lo logra.Los militares alertados por los gritos corren. Se abalanzan sobre ella. Se revuelcan en el suelo. Dueña de una fuerza impropia de una persona de su edad empuja a uno de ellos y otro, nervioso hizo lo que no debía. O lo que debía, quien lo sabe. El disparo le dió de lleno en el pecho. La mujer cayó al lado del sanitario.Se abalanzó nuevamente sobre él a recuperar parte del botín perdido por el disparo. Mordía donde podía y los gritos de horror de este enfermero retumbaban en todo Noaín.Otro disparo. La bala le atravesó la cabeza y esta vez no hubo réplica.Había muerto.
   Los televisores del aeropuerto daban las noticias que podían escapar a la mordaza de la férrea censura impuesta por las autoridades.La manipulación que siempre se hace desde las esferas oficiales cuando no se puede o no se quiere decir la verdad. Desde el Centro de Epidemias del cerro San Cristóbal no se acertaba a dar con el virus mortal Y eso que muestras no le faltaban. Muchos cuerpos yacían en sus morgues a la espera de que alguno de ellos diera una clave, una pista para determinar su origen.
   John Wilkes ,de Australia era uno de esos pasajeros. Mostró su pasaporte y pasó por el detector de metales. Poco llevaba encima. Su gastada ropa de viaje y apenas un bolso de mano.Sabía un poco de castellano aprendido en su país.Este viaje lo tenía preparado muy bien, que hacer,donde ir, donde dormir,amigos conocidos en internet,la fuente de Navarrería donde podía dar el salto de la muerte,toros,juerga y más juergas.Sus otros colegas de viaje estaban desaparecidos. Los había visto un par de días antes cerca de la Catedral ,pero no sabía nada de ellos.Ya los vería en otro lugar. Ahora lo que le importaba era salir de allí. Y rápido.
   El avión abrió sus puertas. Los oficiales indicaba el camino. Sus armas amedrentaban un poco.Tenía el asiento 7b. Le hicieron dejar su bolso al pie de la escalinata,con su comprobante en la boca subió las escaleras.Entró al pájaro de fuego.Se sentó y esperó.A su lado una muchacha de rasgos indígenas. El avión que arranca su motor y las azafatas apurando a los rezagados. De pronto la máquina que se bambolea para adelante,una sacudida fuerte. Varios pasajeros desprevenidos se cayeron al suelo. Delante de él vió como una chica se le doblaba las piernas y caía.Algún pequeño bolso que golpeó alguna cabeza y caían al pasillo. Recobrada la calma,los pasajeros se tranquilizaron. Que había podido pasar?Sin quererlo el piloto había oprimido un mando antes de tiempo?Nadie se lo preguntó. Ni los pasajeros, ni las azafatas,ni los militares a pie del avión. Quizás si lo hubieran hecho....
   "Atención damas y caballeros"-anunció la voz del capitán."Mi nombre es Manuel Quiroga y en pocos minutos despegaremos rumbo a Madrid-concluyó. Fin del mensaje.
  Las puertas se cerraron y las turbinas se oyeron más fuerte al hacer notar su silbido. Al aeropuerto seguían llegando autobuses atestados de gente. Muchos no podía seguir viaje y los desmanes con el ejército se sucedían.De vez en cuando un disparo intimidatorio ponía las cosas en su lugar. Por poco tiempo.El avión que comienza a carretear por la pista.Adquiere velocidad. Los pasajeros sienten ese cosquilleo en el estómago y las pocas luces que todavía permanecen encendidas se divisan desde el aire.Luego lo que ya conocemos. El avión que da un giro violento,el micrófono de la cabina encendido dejar escarpar una lucha. La puerta que se abre y esa persona,vestida de aviador que irrumpe ensangrentada por el pasillo. Sus ojos no humanos despedían fuego,sus gruñidos horror.Una pasajera que grita y otros,policías de paisano se abalanzan contra él.El pasaje que se descontrola y el aparato también. Pierde altura,gritos,golpes. Cae en picado sobre Pamplona.Solo se elevó trescientos metros y aquel soñado cielo se veía más lejos. Un estruendo terrible y ese avión destino Madrid que causa la tragedia en Pamplona.Miles de fragmentos que se esparcen por el barrio de Iturrama. Llamas,caos. Gritos de socorro,hierros retorcidos entre cuerpos quemados. Un pedazo de ciudad convertido en cementerio. Una tragedia se sumaba a la otra.


El avión que se estrelló en el barrio de Iturrama


   John Wilkes,el australiano de los "Últimos Doscientos",salvó su vida.Malherido pudo salvar varias vidas hasta que cayó rendido entre los hierros. Pasó varios días en el hospital. A sus manos llegó el periódico local ,recortó esa noticia, y la guardó. Era como su partida de nacimiento y desde ese día la llevaba consigo.Ese pedazo viejo de periódico era el que le había extendido al viejo de Sarasate.
   -Así que fuiste uno de los pocos que se salvaron-preguntó el viejo.
   -Si,yo ser uno de los pocos afortunados-respondió el australiano que todavía no dominaba bien el castellano.-Después de dos o tres días en el hospital me dejaron ir y nunca más me fui-se lamentó
Afuera del recinto amurallado se oían gruñidos de los inhumanos.
  -Ahí están de nuevo-dijo Andrea-Siempre esperando. Saben que tarde o temprano entrarán aquí.
  -No lo permitiremos -dijo la señora del Sarasate-Todavía somo muchos aquí adentro-
  -Si, contestó Andrea,muchos con poca comida. Tarde o temprano tendremos que irnos a otro lado-termino.
  -Vamos australiano-gritó el viejo de la Chantrea para romper un poco esa conversación-toca la armónica!Vamos!-animó.
  El australiano sacó su armónica del bolsillo y empezó a tocar. Ese sonido dulce y melodioso parecía sacado de otra época, de otro mundo.Tocaba bajo para no molestar a los que ya a esa hora se habían acostado. Algunos inhumanos alertados por ese sonido se agruparon contra una de las pesadas puertas de entrada. Golpeando, gruñendo, aullando. Empujando sus inmundos cuerpos, sus cabezas lastimadas,su olor a podrido y sus piernas y brazos rotos.El viento esparcía el sonido por aquella ciudad en ruinas Mientras tanto en la esquina de la Avenida del Ejército y Pio XII un cerdo que tuvo la mala suerte de tropezarse con varios inhumanos se debatía entre la vida y la muerte.El gruñido de esta inmundicia andante tapó el sonido agradable y melodioso de la armónica.La noche cerró su telón sobre la cabeza de los Últimos Doscientos de la Ciudadela". Fuera nadie descansaba.