martes, 27 de diciembre de 2011

Capitulo Tres:" En el centro comercial"

    "A fronte praecipitum, a tergo lupi"
     Al frente el precipicio; los lobos, a la espalda.


 19: 15. Casi siempre iba en auto, pero esta vez quiso ir caminando. Un poco de ejercicio no le vendría nada mal. Después de todo estaba a escasos cien metros del Carrefour. Dobló la esquina y entró por el parking con su bolsa de reciclaje, una lista escrita en su bolsillo y otra en su cabeza. Siempre era lo mismo. Bueno, casi siempre. Ese día iba a ser diferente.
   Una ojeada rápida a su reloj azul; siete y cuarto. Todavía era temprano. Había demasiados coches en el parking. Sintió un claxon y saludó sin saber a quién. A lo mejor ni era para él ese sonido. Cuando estaba por entrar al hiper una explosión sorda se dejo oír. Los cimie

jueves, 22 de diciembre de 2011

martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo Uno: Atardecer en Eunate.

              "Draco dormiens nunquam titillandus"
                Nunca harás cosquillas a un dragón dormido.
                                                                                        

  La furgoneta se detuvo unos instantes junto al camino. Los justos para dejar escapar a Dillinger el fiel compañero de caza. Las prisas hicieron que la puerta de la jaula estuviera mal cerrada y el perro aprovechara la ocasión.
  - Maldito perro-gritó su dueño. Ven para aquí-ordenó.
El perro siguió su alocada marcha como si nada. Se escondía detrás de unos arbustos, desafiando a su dueño. Había algo extraño en su mirada, no era la de siempre. Su dueño lo había notado un poco extraño las últimas horas pero no le dió mayor importancia.


 -Se estará poniendo viejo-pensó.
Pero esta vez era diferente. Nunca había desobedecido una orden. Cosa que le empezaba a preocupar. Se acercó a él para agarrarlo a la fuerza, pero nada. Su fiel perro lo esquivaba mostrando sus afilados dientes de cazador.
  -Te tengo-exclamó al fin.
Nada mas lejos de la realidad. El mastín le mordió el brazo de una forma que casi se lo arranca. Salió corriendo para perderse en el campo. José, el cazador,se tumbó en el piso con un dolor extremo. Miró su miembro y realmente estaba mal. Brotaba mucha sangre.
 -Voy a ir hasta el albergue, allí me darán ayuda- se dijo a sí mismo.
A duras penas se levantó. Caminó lentamente hasta la entrada. Ropa tendida. Brisa de verano.Algunos peregrinos del camino que plácidamente tomaban el sol salieron a su encuentro. Lo llevaron adentro y junto al encargado del albergue le hicieron las primeras curaciones.
 -Tengo la furgoneta mal aparcada-alcanzó a decirles.
 -No se haga problema-le respondieron.
 -Túmbese un poco y después lo acercamos al hospital de Navarra-lo tranquilizó el mas joven.
Después ya nada fue lo que era.




16:00 horas. Sol que quema.


Cansancio. Dolor. Calor. Por separado uno hace lo que puede pero si tenemos la mala fortuna de que estos tres elementos actúen en conjunción, la jornada la tenemos realmente complicada. Sus pies ya no le respondían. Eran como músculos ajenos a él. Por el largo camino que venía transitando diría que hacía siglos que caminaba. Pero no era para tanto.
  Un par de autos pasaron a su lado. En uno de ellos, un coche pequeño, creyó ver una pelea, pero no le dió mayor importancia. Su cabeza estaba en otro lado. Lo verdaderamente importante en ese momento era la silueta que acababa de divisar.
  -Al fin-exclamó.
Recortada sobre el paisaje se alzaba solitaria. Era más bonita de lo que había visto en imágenes.Un cielo azul, sin nubes, pájaros que volaban de aquí para allá, como anunciando su llegada. Ironías del destino.Pero no lo sabía.
  Vió una furgoneta mal aparcada a escasos cien metros de la entrada. Se salió de la carretera y enfiló a paso firme ( si se le podía llamar pasos y firmes) hacia esa iglesia. Santa María de Eunate estaba ante sus ojos.
  Curiosa y hermosa a la vez. Le extraño no ver mas peregrinos. Creyó que a esa hora vería mas gentes buscando cobijo y descanso . Que cansancio! Y estaba tan lejos Santiago!.
  El camino de Santiago, una tradición que se remonta al medioevo y que guarda todavía ese espíritu que lo hizo famoso; la paz, la oración, la búsqueda de uno mismo, el camino interior.Lo había planeado junto a un amigo. Pero a última hora se le había echado para atrás.
  - Mi jefe no me da permiso- había sentenciado. Y eso lo había defraudado un poco.Pero no lo acobardó.
  -Entonces iré solo-pensó. Y empezó con sus preparativos. Que una mochila nueva, más grande que la que tenía, que la cantimplora, que un par de ropa interior, dinero, una brújula y otras cosas de las que se iba enterando. Utensilios de limpieza personal, chanclas, máquina de fotos.
   A medida que se acercaba su corazón latía mas despacio como anticipando el descanso. Dejó su mochila en el suelo y cogió su cámara de fotos.Le gustaba retratar cada lugar al que llegaba.Pero que no hubiera gente le llamaba la atención.
  -A lo mejor es hora de misa o algo especial en la iglesia- pensó.
  Allí estaba Santa María de Eunate, una iglesia encerrada entre muros, un centro de poder como decían. La puerta estaba cerrada con candado. Subió por la cuesta que se levantaba a la derecha y salta al interior. La puerta del recinto estaba abierta. Dentro solo penumbra. -No hay nadie-se dijo para sus adentros.
  Se persignó y tomó una foto del interior y otra del techo. Otra a las sillas.Y ese flash que no paraba de encenderse y apagarse. Una luz que lo inundaba todo.Ese flash de esa máquina de ocho megapixeles que sus buenos euros le había costado pero que bien valía la pena.
  Quizás fuera ese mismo flash lo que despertó a la criatura. Del fondo de la oscuridad se acercó dubitativa. Un paso adelante, otro, como pidiendo permiso. El lo vio venir y creyó que era otro peregrino. Le saludó: - Buenas tardes, no me hace una foto?- preguntó tímidamente
  El otro no respondió.
  -Quizás sea extranjero y no me entienda-pensó.
  Extendió su brazo con la cámara. A veces un solo gesto soluciona la barrera idiomática.
  El otro peregrino se abalanzó encima. Sintió un dolor espantoso en su rostro. -Le Había mordido!-. Su cámara voló como un puñal por el aire y ese gruñido lo dejo sin aliento, sin cámara, sin vida. Su cuerpo convertido en jirones de vísceras se repartían por el suelo de la iglesia. Su sangre de donante se desperdiciaba en ese perdido lugar de Navarra.
   Fuera, una mochila sin dueño empezaba a ser parte del atardecer. Una mochila que jamás pensó que su viaje sería tan corto..


Una tarde apacible en Santa María de Eunate