sábado, 11 de febrero de 2012

Capitulo Nueve " Recién llegados"

  
  "Si bene commemini, causae sunt quinque bibendi: hospitis adventus,praecens sitis, atque futura, aut vini bonitas, aut quaelibet altera causa"
  Si mal no recuerdo, son cinco los motivos para beber: la llegada de un amigo, la sed del momento, o la futura, la bondad del vino o cualquier otra cosa.


   El vigía de turno estaba atento. Desde su puesto de control en la entrada principal de la Ciudadela observaba todo cuanto estaba a su alcance. Con sus prismáticos alcanzaba a ver hasta la rotonda de la Avenida de Carlos III y para el otro lado hasta el Parque de la Taconera. Todo normal. Si uno se abstraía y observaba el cielo azul de Pamplona , el canto de algunos pájaros al amanecer se podía imaginar que nada de lo que se estaba viviendo era real. Ahora si uno bajaba la cabeza hacia la Avenida Del Ejército volvía de golpe a esa visión del mundo traída desde el fondo del horror. Cientos de inhumanos peleándose por un trozo de cerdo recién muerto, alguna ardilla o algún caballo salvaje era la vista habitual de los últimos años. No siempre fue así por supuesto. Esa avenida era el paso obligado para llegar al centro de Pamplona si uno venía desde San Juan, Iturrama, Ermitagaña, Mendebaldea y los demás barrios que formaban la urbe. Esa misma avenida que se cortaba al tránsito cuando miles de personas acudían para ver los fuegos artificiales de San Fermín. Ahora casi lo único artificial que había era esa vida confinada a los muros de la Ciudadela.
  - Atencíón,atención-dijo el vigía ubicado en el Baluarte. Aquella construcción dedicada a la cultura en Pamplona-Creo que viene alguien-pronunció.
  -Aquí vigía de la Ciudadela-respondió el otro-Por favor,repetir información-
  -Aquí Baluarte- dijo el otro-Ubicación 15 horas,posibles humanos en dirección Ciudadela-
 El vigía de la entrada principal apuntó con sus prismáticos la rotonda de Merindades. Observó detenidamente. No divisaba nada. Bueno,si. Vió como la especie humana se había ido por donde había venido y solo era un puñado de hombres que la mantenían con existencia. Una existencia humana y normal. Nada de nada. De repente detrás de una furgoneta oxidada vió aquel desplazamiento medido. No había dudas; se trataba de humanos!. Humanos!. Los últimos en llegar a la Ciudadela ya tenían un año allí. Todavía había vida allí afuera!.
  Cogió rápidamente el walkie y llamó al Jefe.
-Iñaki, me recibe?-
-Iñaki al aparato-se oyó del otro lado.
-Tenemos visitantes en apuros-comentó el vigía-
-Llama rápidamente al Cuerpo de Centinelas-ordenó.
El vigía obedeció. Accionó la alarma que comunicaba con el Cuerpo de Centinelas,esa fuerza especial creada por Iñaki para la protección de los muros. En dos minutos ya estaban listos.
-A su posiciones-ordenó el segundo de la Ciudadela,Merlín. Este apodo se debía a que era un aficionado a la magia. Pasaba largos ratos practicando frente al espejo trucos con cartas para luego distraer a sus más cercanos.Algo había que hacer encerrado entre esas cuatro grandes paredes.
  Media docena de centinelas ya estaban en sus posiciones. La escasez de armas había hecho que se volviera a viejas técnicas de combate y la confección de armas ya obsoletas pero que en los tiempos actuales eran de gran utilidad. Apostados en lo alto de aquellos muros tensaban sus arcos para enfrentar al enemigo. Los inhumanos deambulando sin sentido. Varias decenas se agolpaban frente a la entrada principal. Otros yacían en el suelo, se arrastraban como insectos,se chocaban,se levantaban. Sus caras desfiguradas por los golpes,el hambre y las infecciones eran una pequeña muestra de la inmundicia humana. Otros,con extremidades mutiladas eran lejanos vestigios de lo que alguna vez fuera un humano.Las esquinas de la avenida de Pio XII con la Avenida del Ejército y ésta con Yanguas y Miranda estaban bloquedas con vehículos para hacer más dificultoso el avance inhumano. Claro,se habían puesto cuando todavía se podía salir de la Ciudadela. Ahora era tal la plaga de inhumanos que era imposible hacerlo. Solo se salía para lo indispensable y solo el vigía del Baluarte podía hacerlo a través de una tirolina que lo comunicaba con la terraza de ese lugar. Así y todo los inhumanos pasaban. Es increíble lo que la especie humana aún reducida a tal podedumbre puede hacer para buscar comida. Así fue siempre y así lo será. También sobre la calle había numerosos cuerpos en descomposición,humanos o inhumanos producto de viejas batallas y a los que no se les pudo dar sepultura. Los centinelas observaban atentos.
   Y no ,el vigía no se equivocaba.Entre los autos sigilosamente avanzaban. Eran dos hombres ,una mujer y un niño. Corrían,se agachaban,se levantaban nuevamente y se echaban a correr.El espanto se les veía en el rostro, sus gestos desencajados,el terror.En su carrera de vez en cuando se les cruzaba algún inhumano y los hombres revoleaban sus mazas y hachas y los volteaban. Solo dejaban de existir si se les daba un golpe en la cabeza . Y bien dado.
Pero claro, estos golpes sumado a los gritos de la mujer y el llanto del niño atraía a más inhumanos.Justo eso era lo que estaba pasando.
  -Rápido,tirad la bengala-gritó Merlín.
Un silbido y una estela en el cielo. Una pequeña explosión en el cielo. Todo para llamar su atención.Los nuevos la vieron y corrieron hacia la Ciudadela. Decenas de inhumanos los seguían. El niño en brazos de uno de los hombres. La mujer que blandía su hacha cortando extremidades. Los separaban apenas cien metros.
  - No llegarán-dijo Merlín afligido y cogiendo su walkie llamó a Inaki.
  -Inaki,tendremos que salir a buscarlos-
  -Ya estoy aquí-contestó secamente ,como siempre. Hombre de poca carisma pero de mucho carácter . Como el que destilaba cuando despejaba balones en Osasuna.Llegó hasta su cuerpo de elite en lo alto de la Ciudadela.Y entonces los vió.Pelendo codo con codo,debatiéndose entre la vida y la muerte. La muerte les plantaba cara. Y en esa cara la expresión del mal.
 -Preparad los vehículos,salimos!-ordenó Iñaki.
 El dsipositivo de rescate se puso en marcha. Los conductores que se suben a las máquinas,se encierran en ellas.Los centinelas apostados en los torreones apuntado con sus flechas. Y empieza la función.
  -Que empiece la música -gritó uno de ellos. Y una lluvia de flechas incendiarias que se incrustan en las cabezas de los inhumanos del portón de entrada.Caen una docena en los primeros dos minutos.El portón que se abre. Las dos máquinas que salen con sus armas afiladas,clavándose en más cuerpos y pasando por encima de otros.Los que abrieron el portón lo cierran de golpe evitando la entrada de inhumanos.Alguna vez alguno se había colado dentro pero pronto fue reducido por la fuerza defensiva.Las dos máquinas tocando las bocinas llamando la atención de los visitantes que corren hacia ellos.Los centinelas desde la torre vaciaban sus bolsas de flechas. Los inhumanos caían como moscas,incapaces de esquivarlas,cayendo como moscas.Uno de los hombres se sube en la parte de atrás de una de las máquinas,la mujer levanta al niño y se lo entrega.Se sube a la otra máquina y el hombre tropieza cuando quiere hacer lo mismo.Lucha contra tres inhumanos y su lanza se incrusta en el craneo de uno de ellos.Cae al suelo, se abalanzan sobre él.Se levanta rápidamente y corre. Desde uno de los aparatos el otro hombre levanta su hacha y mata al más próximo.El perseguido trepa a una de las uñas del toro mecánico y los vehículos avanzan a la Ciudadela. La flechas caen y caen,unos cuantos menos.Las uñas, como un ariete van cortando en dos a los inhumanos y el hombre en lo alto de la máquina apenas puede sostenerse.El vehículo salta sobre cuerpos y hace que el hombre caiga al suelo. Se levanta a duras penas y corre.
  -Abrid la puerta-gritó Inaki.
 -Rápido,rápido-siguió Merlín.
El portón se abrió y entran los dos vehículos. Junto a ellos se introducen cuatro o cinco inhumanos que detienen su marcha y muestran sus dientes. Uno de los defensores clava su estaca por la espalda en la cabeza de uno de ellos que cae fulminado. Julia arroja una de sus hachas y voltea a otro. Desde el torreón una andanada de flechas cae como lluvia sobre ellos. La batalla termina.Vuelve la calma.
  Inaki y Merlín se cuadran delante de los visitantes. Los dos hombres, la mujer y el niño que no para de llorar.
 -Soy Iñaki-el jefe de este fortín-se presentó-y éste es mi segundo, Merlín. Bienvenidos.-terminó.
 -Gracias-dijo el mayor, todavía agitado.- Soy José Joaquín , pero todos me llaman Jota Jota y este es mi hermano Fernando, ella es mi mujer Matilde y mi hijo Pablo.
  -Julia-habló Iñaki-Lleva a Matilde y su niño al comedor con los demás niños,que le den algo de comer. Ella asintió y se los llevó.Una nueva vida comenzaba para todos ellos. Bueno, para todos no.
Desde la entrada principal de la Ciudadela se controlaba
toda la Avenida Del Ejército
                                                                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario