martes, 17 de abril de 2012

Capitulo Dieciocho " Nochebuena"

      "Noli foras ire, in teipsum reddi; in interiore homine habitat veritas"
       No vayas fuera, entra en ti mismo; en el hombre interior habita la verdad.
                                                                             San Agustín.



   Ciudadela de Pamplona, 24 de diciembre.
 
    El frío había llegado hacía un par de meses y eso había reducido la cantidad de inhumanos de las calles. Pero además había agregado un nuevo problema a la falta de agua: la comida. El problema del agua estaba en vías de solución ya que las últimas nevadas fueron copiosas y la nieve acumulada era transportada hasta las piletas. Allí se almacenaba y luego cuando se derretía un poco se hervía para hacerla más potable. Una ardua tarea pero en aquellas circunstancias todo era arduo. El tema de la comida era más complicado. El pequeño invernadero que tenían no resultaba suficiente y además algunos roedores habían hecho de las suyas en el granero. Casi la mitad de lo que tenían hubo que tirarlo. Ante este panorama tanto Iñaki, Merlín, el capitán Salvadores estaban ideando una evacuación ya que los hiper de Pamplona ya no tenían alimentos. Quedarse allí era una locura. Pero salir de allí también. Los inhumanos eran menos en las calles, pero los Últimos Doscientos muy vulnerables. Y el tercer problema añadido era la ropa. A la gente le faltaba ropa de abrigo y el invierno era muy duro. Y los chicos eran lo que más lo sufrían, como siempre. Se pasaban todo el día en la escuela, cercanos al fogón. Casi  inmóviles. La alegría de la niñez perdida. La humanidad se había reducido a eso. Una vuelta atrás en la historia de la evolución. Como en los primeros tiempos de la historia. La búsqueda de alimentos, seguridad, vestimenta. Otra vez la barbarie había ganado la batalla. Lo salvaje poco a poco extendía sus brazos por la vieja Pamplona.
   La ciudad abandonada a su suerte. Los árboles sin podar, las calles sucias... de muertos. Las matas de los arbustos adueñadas de las veredas, las aceras resquebrajadas, los edificios llenos de moho y de enredaderas que subían por las paredes como ríos verdes, los pájaros carroñeros haciendo caso omiso al frío volaban en  círculos buscando las huellas de la muerte. Y los inhumanos. Copando las calles, peleando por la comida, gruñendo siempre, siempre gruñendo. Por más que se organizaran de vez en cuando batidas desde las azoteas del fortín nunca se acababan. Ni las flechas, ni el frío, ni el hambre podían con ellos. Esa plaga mortal que apareció un día , así de golpe y se quedó para siempre.
   La vida se estaba poniendo muy dura y la desesperación inundaba la cabeza de mucha gente. Mucha gente que ya no eran personas, sino autómatas que desempeñaban una función; la de humanos.  En los últimos meses dos personas se habían suicidados porque no aguantaban más esa vida sin esperanza. Obligados a permanecer allí dentro, sin víveres y sin fuerzas. Era el 24 de diciembre de una año que ya no importaba.

   23 de diciembre 2011

   Las calles de Pamplona estaban repletas de gente haciendo sus compras de última hora. Como siempre. Las luces de las calles mostraban su colorido aunque no tanto su esplendor, fruto de los recortes en la iluminación. Así y todo la crisis casi ni se notaba. En el Paseo de Sarasate el olor a avellanas empañaba los sentidos. Algunos niños y sus madres hacían largas colas para adueñarse de tan preciado botín. Todas las calles que componian el casco antiguo y sus adyacencias eran un hervidero de gente. Los centros comerciales con sus últimas novedades y esas que todos buscaban y ya no había más. El aparcamiento de la Plaza de Castillo totalmente colapsado. Largas colas de vehículos esperaban pacientemente un hueco en su interior. Para los más afortunados la espera era de "solamente"  media hora. El frío era intenso fuera pero no bien uno se refugiaba en cualquiera de los bares de la calle Estafeta el calor volvía al cuerpo. En la Plaza de Toros la habitual feria de navidad aunque era todos los años lo mismo. Mucha artesanía, muchos guantes, medias y gorros. Mucho " perro flauta". En la Plaza del Castillo los puestitos con juegos medievales, chocolates y turrones , algunos jabones naturales, algunos libros. El mundo del consumo a la orden del día. Y que hablar de las grandes supermercados. La gente haciendo acopio de comida para las fiestas como si se fuera a acabar el mundo, kilos y kilos de comida, cientos de diferentes bebidas. Todo listo para consumirse en las próximas horas. Muchas veces nos preguntábamos donde almacenábamos tanta comida para tres días. Hoy, al volver la vista atrás añorábamos esas calles con calor humano, con regalos, con chaquetones bien forrados para el frío y con comida, mucha comida. Como si se acabara el mundo. Y el mundo se acabó. Y no tomamos esas precauciones.

    Años más tarde.

Esas fechas en la Ciudadela ya no simbolizaban nada. No había nada que festejar , ni casi nada para comer. Gracias que había agua para tomar. Tomás, que llevaba un minucioso control de los días le dijo a Iñaki y al capitán Salvadores, los dos jefes de la Ciudadela, que fecha era. Quería que la gente de allí se olvidara un poquito como estaban,que alguien les hablara, que les levantara el ánimo.De las penurias que estaban pasando, de la gente que no estaba . Del mundo que ya no era. Querían hacer algo especial. Algo que hiciera recordar otra época aunque era una tarea muy difícil. No había para hacer despilfarros de comida. Tampoco la había. Solo se les ocurrío llamar a todos a la Sala de Armas y recordar esa fecha. Y allí estaban, un poco menos de Doscientos, los últimos habitantes de Pamplona con sus caras flacas, harapientos, casi sin calzado. Rostros desencajados por la miseria de la situación, sin alimentos. Algunos andrajosos, con frío. Parecía una imagen salida de algún cuadro de Munch. Caras cadavéricas algunas. Y allí estaban todos: Los jefes del fortín Iñaki y sus sueños de un gran jugador. El capitán Salvadores con sus recuerdos de militar. Junto a él sus compañeros del País Vasco llegados en aquel camión viejo que tanto estaban ayudadndo con sus conocimientos de supervivencia militar.El australiano y la lotería de haberse quedado en Pamplona  en medio de los últimos Sanfermines. Andrea y su madre. Los abuelos del " Paseo Valencia" como le gustaba llamarle al Paseo Sarasate. Merlín y su templanza. Carlos y Matías; los amigos inseparables de hace años. Julia, la creadora de armas, Jota Jota, su mujer Matilde y su niño. Tomás, el médico-bicicletero. Todos y cada uno de ellos con sus pensamientos lejanos. Y los muchos más que estaban allí y los que no estaban. Cada uno en su mundo. El mundo que se reducía a esas cuatro paredes de la Ciudadela. Sin saberlo aquella sería la última reunión de Navidad de lo Últimos Doscientos. Pero no lo sabían. Tampoco importaba mucho. Ya no se sentía la misma fuerza de antes pero alguien tenía que levantar el ánimo.

     -Amigos míos-dijo Iñaki-A muchos los conozco desde hace años y otros un poco menos. Incluso a los menos, los conozco desde antes que empezara este desastre para la humanidad. He compartido con vosotros tristezas, muchas, pero también alegrías. Algunas veces tuvimos que levantar nuestra fuerza moral entre todos, en este mundo tan hostil y tan vacío. Otras veces fui yo el que necesité energía para seguir adelante. Juntos estamos sobreviviendo, juntos levantamos este refugio que es nuestro hogar y juntos lo mantendremos. Es cierto que son tiempos difíciles, pero no es el tiempo de tirar la toalla. Hemos llegado hasta aquí solo con la fuerza de todos y así tenemos que seguir. Fuera está la muerte, dentro la vida. No hay nada más que mirar a los chicos y adolescentes que forman nuestra familia. Por ellos no tenemos que bajar la guardia, no tenemos que dejarnos caer. Juntemos nuestras fuerzas! Juntos podemos seguir adelante!. Ya encontraremos la forma de huir de esta ratonera. Pero todavía no es el momento. Confiemos en Dios que nos está vigilando y depositemos  todas nuestras esperanzas en él que cuida todos nuestos actos. En esta Nochebuena de un año del que no quiero acordarme les deseo a todos paz y que el mundo vuelva pronto a ser lo que era. Y por favor , no me defrauden! Tenemos que mantenernos unidos!. Gracias por formar parte de esta gran familia!
   Cuando terminó su alocución muchos aplaudieron y otros sonreían tibiamente. Todos encerrados en aquella gran Sala de Armas. Y eso fue todo.Los habitantes de la Ciudadela se fueron diseminando para sus casas o los barracones comunes a buscar el refugio del fuego. Mientras, la nieve caía mojando sus escasas ropas y sus zapatos  duros y enmohecidos. Los techados de las salas se iban tornando blancos y una fina capa de nieve ya cubría el piso. Fuera continuaba alguna que otra pelea por algún jabalí moribundo o por alguna rata. Y otras veces los inhumanos que se agolpaban en torno al portón principal de la Ciudadela golpeando con fuerza con piedras, con sus cuerpos ,con sus cabezas. A diferencia de los humanos ellos podían seguir viviendo sin comer, lastimados, desmembrados, sin extremidades. Dios parecía haber castigado a la humanidad, pero también había castigado a aquellos seres, esas criaturas salvajes que antes también iban de compras para navidad, que hacían cola para comprar avellanas, que se refugiaban del frío en algún bar o que se atascaban en un parking. Todo había cambiado, de la noche a la mañana. Todos estuvieron presente en aquella reunión, inclusive alguien que no estaba invitado y que pronto se daría a conocer. Todo era cuestión de tiempo. El tiempo lo puede todo.

1 comentario:

  1. Noche Buena, which means ‘the Good night’, is a Spanish term that refers to Christmas Eve. In many parts of the world like Cuba, Latin America, Spain and Philippines, members of the family get together over the dinner and celebrate.Noche-Buena refers to tonight is made to celebrate; it’s a good night, not meant for sleeping. For more detais refer Noche Buena

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