viernes, 1 de junio de 2012

Capitulo Veintidós: " Uno de los nuestros"

     
     "De doubus malis minus est semper eligendum"
     "Entre dos males es mejor elegir el menor"
                                                             Cicerón


    Iñaki y Tomás salieron a todo correr rumbo a la enfermería. Hacía mucho que no corría tan rápido. Años. Desde aquella vez en en el Rincón de la Aduana cuando aquellos inhumanos le cortaron el paso y casi no llegó a su antiguo refugio.Un piso en una vieja casa al lado de la Iglesia de San Lorenzo. Sus huesos estaba entumecidos, sintió un tirón fuerte en su rodilla  y se llevó la mano a ella. Se detuvo unos instantes, se acarició circularmente su rodilla y siguió corriendo. Todavía le dolía y eso que habían pasado años. Muchos años....




        Estadio del Reyno de Navarra, un domingo cualquiera.


  -Aquí, aquí!-gritaba el delantero señalando con su brazo en alto su posición en el campo.
Era un partido bravo. Osasuna se jugaba su permanencia en primera división y estaba jugando con un rival directo. A pesar de la lluvia los aficionados habían colmado las instalaciones. El clima no ayudaba en nada al desarrollo del partido. Esa llovizna que durante todo el día lagrimeaba sobre Pamplona hacía que el terreno de juego no estuviera al cien por cien y la peor parte se la llevaban las áreas. Era el fin del primer tiempo y el marcador estaba cero a cero. Un empate después de todo no estaba tan mal. El esférico rodaba de un lado a otro del campo sin que hubiera ningún claro dominador y el público se impacientaba. En teoría Osasuna era superior pero como en el fútbol la teoría existe poco así estaban las cosas, mal.
   El arquero del rival que saca desde la portería, la pelota que cruza la divisoria, un balón dividido. De esos que en un partido hay cientos. Pero sería un dividido distinto. El delantero que estira demasiado la pierna, Iñaki que también va fuerte y la colisión es inevitable. Sintió mucho dolor y cayó al suelo desplomándose como una hoja de árbol en otoño. El médico entró rápido al campo y lo encontró hundido en el césped, con lágrimas en los ojos. No sabía si eran de dolor o de su alma. Iñaki sabía que la lesión era grave, pero nunca pensó que ese golpe lo iba a sacar de los campos de juego para siempre. En el hospital y después de los estudios que le realizaron le dieron la sentencia final: rotura del ligamento cruzado anterior, algo que hacía que a partir de ahora tendría que dedicarse a otra cosa...

   
     Llegaron hasta la enfermería y encontraron a José con fiebre, dolor de cabeza intenso, escalofríos...
   -Mal asunto-pensó Iñaki
   -Sabes que creo?- preguntó Tomás 
   -Qué?-le contestó con otra pregunta.
   -Que lo que le mordió allá abajo o fue una rata o un murciélago. Si te fijas allí- y le señalo el cuello- podrás ver esas marquitas
   - Espero que no tenga la rabia- dijo apesadumbrado el jefe de la Ciudadela.
   -No tenemos medicamentos Iñaki-dijo en voz baja el médico-bicicletero.-
   -Lo sé- contestó preocupado-y que tenemos que hacer?-le preguntó.
   -Para empezar lo aislaremos-dijo Tomás- lo llevaremos hasta las habitaciones del fondo. Así lo mantendremos aislado de los demás- informó el médico.
  -Está bien- dijo Iñaki- Vamos a levantarlo y lo colocaremos en la camilla. La "camilla" eran dos hierros unidos por un enjambre de alambres y recubierto por paja. Trabajo de Julia.
 Colocaron la camilla en la otra cama y la cama la acercaron al enfermo que se sacudía en escalofríos.
  -Bueno-dijo Tomás-vamos despacio.Lo cogieron de las manos y los pies y lo fueron arrastrando hasta la otra cama. José, el infortunado, estaba realmente mal. Su frente bañada en sudor caliente y su temperatura rondaría los cuarenta grados. Se quiso incorporar  pero los dos hombres lo sujetaron para que no se levante. El esfuerzo lo hizo toser y varias gotas de esa saliva volaron por toda la sala. Algunas alcanzaron a Tomás que rápidamente se pasó el brazo por su cara.
  -Iñaki!-dijo. Traéte esas mascarillas de allí atrás y vamos a ponerlas. Le pusieron una a José y ellos hicieron lo mismo con las suyas.
  -Vamos!, arriba!-exclamó Tomás.
   Los dos hombres llevaron a José a través de la oscuridad por la noche de la Ciudadela hasta las " habitaciones del fondo" como las llamaban.
  -Tenemos que bajarle la fiebre-dijo Iñaki-está volando!
  -Si, si, le he dado algo de lo poco que tenemos-contestó Tomás y agregó-ahora cuando lleguemos le pondremos paños fríos. Mientras José deliraba producto de su fiebre. Se creía encima de "Embrujo" un caballo que había tenido en su juventud. Este ex-profesor de historia era aficionado a estos animales. Y allí estaba, practicando en los Campos de Zolina, con su caballo preferido. El corcel saltaba de un lado al otro esquivando obstáculos, primero las barras, luego las barras con el agua debajo, los bidones metálicos y vuelta a empezar a toda carrera, así tres veces.
  -Muy bien José!-le dijo su instructor-has bajado seis segundos tu último registro-
  -Bien! contestó José muy contento-sabía que mi caballo mejoraría.
 -Ahora tendremos que dejarlo descansar hasta mañana-dijo- para el Campeonato de España falta muy poco pero llegaremos en forma-dijo el instructor.
 -Quiero dar otra vuelta ahora-dijo con voz insistente José.
 -Bueno-le contestó el otro- Pero no tan rápido que lo vas a cansar-
 -Un poquito-contestó. Y lo tomó de las riendas nuevamente. Empezó con un trote tranquilo dando una vuelta alrededor de los bidones, suave para que su caballo se deslizara por el terreno. Luego avanzó más despacio rumbo a la primera valla. 
  -Vamos-gritó y dando un golpe con sus talones en el costado del animal, éste empezó al galope. La valla se veía más cerca. Con las riendas tirantes, el caballo salto levantando sus patas, primeros las delanteras y su cabeza que atraviesa la valla, luego su estilizado cuerpo, para posteriormente levantar sus patas traseras y en un elegante movimiento encogerlas y pasar totalmente encima de ella. Esquivando los obstáculos dio la vuelta entera al recinto dos veces más. Luego se bajó del animal y lo llevó hasta la cuadra. Abrió la puerta y se metió en ella. En su delirio no se daba cuenta que donde habían llegado era a "la habitación del fondo" de donde nunca más saldría.
   Al día siguiente el Capitán Salvadores reunido con los máximos responsables del fortín explicaba con detallada minuciosidad su informe sobre el perímetro de la Ciudadela. Junto al australiano habían dado la vuelta de rigor y solo encontraron una deficiencia en el ala este. Allí el portón estaba bastante deteriorado. Habría que colocarle unas planchas de madera gruesa para reforzarla, pero era una tarea muy difícil ya que esa labor solo era posible desde fuera.
   -Y nos dices que debemos salir para arreglarla-preguntó uno de los asistentes preocupado.
  -Así es -respondió Salvadores-solo será cuestión de minutos. Iremos en una de las orugas llevando la plancha. La colocaremos contra el portón de lado de afuera  y desde dentro la sujetaremos-dijo el australiano.
   -Yo me ofrezco de voluntario-dijo Jota Jota-
   -Bien hecho-dijo Salvadores. Además nuestros arqueros te tendrán controlado en todo momento desde arriba, estarás a salvo dentro de la Oruga-terminó Salvadores.
   Todo estaba listo ya. Jota Jota en su Oruga esperando a que le abrieran el portón. Fuera los inhumanos carnívoros. Se realizó el despeje de la zona lanzando unas cuantas incendiarias y una lluvia de flechas. Lo justo como para que no se metiera ninguno dentro. Esta vez la operación era más delicada ya que en las uñas de la Oruga colgaba la plancha de madera reforzada que serviría para colocar en el portón. La puerta se abrió y el Oruga con su parsimoniosa tranquilidad y a la vez fortaleza salió a la Avenida del Ejército y dobló rumbo a Pio XII. Había bastantes inhumanos que raudamente se abalanzaron contra la máquina solitaria. Un alimento apetecible en aquella pecera acorazada. Veía sus caras y pensaba -"no han cambiado nada, siguen horribles como siempre" y se llevó un par por delante. Tenía que ir despacio ya que la plancha pesaba bastante. Tenía solo que acerarse al portón dejar caer suavemente la plancha contra él, sujetarla un poquito hasta que desde arriba con unas cadenas empezarían la labor de amarre. 
  -Es como esos documentales que pasaban sobre el espacio-pensó-esos en que los astronautas salían fuera de su nave para efectuar alguna reparación y eran inundados por el negro espacio haciéndolos  figuras pequeñitas flotando en el cosmos-terminó. Solo que aquí la cosa era diferente. Tenía cerca de tres docenas de salvajes que lo rodeaban, se le subían a a jaula trasera, arañaban su protección que aunque segura no dejaba de impresionar lo que veía. Una flecha que vuela y se clava en el ojo de uno de ellos, otra que se introduce en la espalda de otro pero que sigue en pie. Y él, dentro del Oruga y despacio, muy despacio para que su carga no se bambolee. Pero cada vez había más. Y estaban por todos lados. Unos cuántos de ellos se le subieron delante y apoyaban sus horrendas caras contra el acrílico reforzado. Uno dejó media cara putrefacta allí y otro cogió parte de esa cara. Al instante la escupió en un acto instintivo. Parece que a pesar de todo los inhumanos tenían estómago.
   Jota Jota vio unos cuantos que empezaban a subirse por la plancha y la llevaban de un lado al otro. Eso era peligroso. Su carga corría peligro...y no tan solo su carga. El peso lateral se hacía insostenible y no podía ir más rápido ya que se corría el riesgo que se desprendiera. Pero la Oruga empezó a balancearse. Como debía llevar la plancha en alto hacía que la máquina no tuviera tanta estabilidad. Y la máquina perdió esa estabilidad. Jota Jota desde dentro veía que si no hacía algo rápido todo fracasaría. Empezó a acelerar un poco la máquina y con eso logró desprenderse de unos cuantos. Pero esa acelerada aumento el grado de inestabilidad. Un poco a un lado, otro poco a otro y el Oruga que perdía el equilibrio. En un último intento Jota Jota dio un acelerón y un frenazo para evitar lo inevitable. La máquina volcó aplastando varios carnívoros que aullaban de dolor ...y de hambre. Otros esquivaron la caída y luego se reagruparon en torno a la máquina. 
   Jota Jota estaba herido. Su brazo estaba incrustado en una de las palancas del Oruga y no lo podía sacar. Con la otra mano cogió su cuchillo y estuvo en guardia. De medio lado, volcado en el suelo vio como el acrílico enfrente de el empezaba a quebrarse. Los defensores  hacían llover sus flechas sobre la muchedumbre pero no era suficiente. Una garra que logra penetrar en el habitáculo y Jota Jota con su cuchillo le arranca los dedos. Esto enfureció al inhumano que golpeó con su cabeza la protección, una, dos, tres veces...Hasta que el acrílico cedió y a pesar de tener doble espesor saltó en mi pedazos. Los aullidos de unos atrajeron a otros que se abalanzaron sobre el pobre Jota Jota. Uno que mordió su espalda, otro sus brazo herido. Todos se peleaban por un trozo de comida humana. Desde arriba de la Ciudadela los defensores lanzaban todo lo que podían para espantar a la peste de encima de Jota Jota pero no se pudo hacer nada. Los aullidos de hambre de los inhumanos se unían a los gritos de terror de Jota Jota. 
   -Dame tu pistola!-dijo Salvadores a Iñaki-
   -Toma-le dijo entregándosela
 El capitán Salvadores se aproximó un poco más y apuntó.
   -Vamos, vamos, dejadme un hueco, uno solo-decía en voz alta.
  -Ahora-dijo y disparó a Jota Jota.
Se había decidido que las balas solo se usarían en caso de necesidad extrema y esta era una necesidad extrema. Parar el sufrimiento de un hombre.
  -Ya no sufrirá más-dijo Salvadores y se fue a buscar a Matilde, la esposa de Jota Jota.


Los inhumanos cubrían todo el Oruga.No habían podido sacar de allí al pobre Jota Jota y unos pocos carnívoros afortunados pudieron meterse.Un triste final para un hombre de valor. Que descanse en paz.
  



   
   
   


    

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