jueves, 19 de enero de 2012

Capitulo Seis:" La batalla del Yamaguchi II"

   " Nox atra cava circunvolat umbra"
    La noche negra nos rodea con su envolvente sombra.

 Julio 2012. Cinco años atrás.
   La  Novena Sinfonía de Beethoven rompió el silencio en la solitaria oficina. El teléfono movil vibraba sobre el escritorio atestado de papeles,lapiceros,agendas...
 -  Hola mi amor! dijo Matías desde la oficina de su trabajo en la avenida  Carlos III.
  - Hola Maty,donde estás?-preguntó María, su medio novia.
 -Trabajando-respondió desganado.
 -Trabajando?-preguntó con sorpresa. -En San Fermín?
 -Sí-contestó-Mi jefe que quiere que termine un trabajo para la Universidad de Navarra que ya debería estar terminado. Así que, aquí estoy,de guardia-
 -Que mal!-se lamentó María-Estaba pensando que podríamos salir dentro de un rato con mis amigos de Mendebaldea.
  -Con quienes? Con los de la Real?-Imposible-terminó Matías.
 -Por qué? Preguntó su media novia.
 -Primero porque estoy trabajando y segundo porque ya te dije que algunos de tus amigos no me gustan-contestó medio enfadado-Y además es que son un poco....-Se detuvo en seco-
 -Son? inquirio María.
 -Que sé yo, un poco, un poco,pesados. Eso, pesados.-respondió.

 Hubo unos segundos de silencio rotos por la voz de María- Pero son mis amigos. Saldré un rato con ellos y luego a la noche te veo. ¿Nos vemos cerca de mi casa, a eso de las nueve? O es que vas a estar trabajando todavía ?- Se rió su novia.
 -No, está bien. Te veo en el Planetario.
 -Ok, ahí estaré- afirmó María.
 -Nos vemos. Te quiero-le dijo Matías
 -Yo también-contestó María y colgó. En todas las relaciones siempre hay alguién que dice "Te quiero" y otro que contesta " Yo también".  María era la del "Yo también".


  21:00 Horas.Plaza de Merindades.
Subió al 12,el autobús que lo llevaría al Planetario.La calle llena de Sanfermineros. Unos iban y otros volvían.Y otros,que hace horas que no iban ni venían, ya que durmiendo en la calle trataban de reponer fuerzas.
  El autobús cruzó la Avenida del Ejército,que a esa hora todavía no estaba cortada por los fuegos artificiales. Dobló a la izquierda en la Plaza Juan XXIII y siguió por la Avenida Bayona. Casi llegando a Sancho El Fuerte apretó el timbre.
  "Parada solicitada",se iluminó en el cartel.
Bajó. Una brisa fresca le acarició la cara. Eran días de mucho calor. Por eso se agradecía cuando llegaba la noche y las estrellas se convertían en el techo de Pamplona. Cruzó por el paso de cebra de la Avenida de Barañain y la calle Ermitagaña. Miró a la derecha y vió gente en la puerta del tanatorio.-Se muere la gente en San Fermín?-pensó.
  Llegó al Planetario y se sentó a esperarla. Vio un grupo de niños jugando en el parque ante la mirada atenta de sus padres (bueno, eso de atenta, era solo de unos pocos). Alguna que otra pareja caminando de la mano, amigos que reían y gritaban. Con sus vestimentas rojas y blancas y en sus manos las bolsas llenas de bebidas y bocatas rumbo a los fuegos. Donde mirara se veía gente, alegría, diversión.
  -Y pensar que dicen que esto se acaba el 21 de diciembre- pensó en voz alta- Que desperdicio! se quejó, en relación a lo de la profecía maya de la que muchos se habían hecho eco.
  21:45
  -Que raro que todavía no haya llegado- se extraño Matías. Siempre era puntual. Esperó unos minutos. La gente fue desapareciendo. De repente la Novena de Beethoven sonó.
  -Hola Maty- Perdóname pero no podré ir- la voz de María denotaba preocupación- Mi padre no se siente bien. Nos vamos al hospital, ya llamé al 112.
  -Que tiene? preguntó.
  -No lo sabemos, se marea, desvaría. Te dejo, te dejo. Ya vino la ambulancia, te digo algo. Un beso-y colgó.
  Fue la última vez que la oyó. Sentado frente al Planetario. Solo. El fin del mundo había empezado, pero no como decían los mayas.




  -Matías, Matías!-exclamó Carlos- Nos vieron!- gritó asustado.
Matías volvió a la realidad. Cogió su hacha con fuerza y aplicando un golpe certero en la cabeza lo hundío hasta el cráneo. La sangre del inhumano lo alcanzó en la cara. Al mismo tiempo Carlos con su lanza aguijoneaba el pecho a un par que lo amenazaba.
 -A la cabeza- gritó Matías.
Sus gritos llamaron la atención de los demás. Eran más de lo que pensaban. Cerca de dos docenas. Torpes, lentos, pero que en grupos eran muy peligrosos. Sobre todo si uno tenía la mala suerte de caer ante ellos. Se te abalanzaban y se acababa la historia. El hacha le arrancó el brazo a otro inhumano e hizo trastabillar a varios. Caían y se levantaban como resortes.
 -Son muchos!- gritó asustado Carlos.
 -Lo sé- le contestó Matías- Tenemos que correr!Vamos!.
  Pero esa misma idea tuvieron los inhumanos. Corrieron tras ellos. Uno gordo como un globo les hizo frente mostrando sus dientes feos. Volaron por los aires. Otros dos se tiraron a sus pies y lo hicieron caer. Carlos con su lanza mató a uno de ellos y al otro lo empujó con todas sus fuerzas. Cada vez eran más. Poco a poco los iban cercando. Llegaron hasta la barandilla del estanque. Los inhumanos se detuvieron y avanzaron despacio.
  -Cuidado,cuidado- gritó Matías.
  -Ahora!- siguó Carlos- y los dos , como muchas veces lo habían planeado, arremetieron por el medio de todos ellos y lograron tirar a unos cuantos. Luego con rabia contenida golpearon y golpearon. Carlos cayó y uno de ellos logró meterle un mordisco en la zapatilla.
 -No!-gritó Matías- y le asestó un golpe en la nuca con su hacha. La sangre volaba por todos lados. Sus ropas parecían las de San Fermín. Bueno, por lo menos el rojo ya lo tenían.
Corrieron hasta la esquina inundada de pastizales. Se agacharon. De pronto un perro apareción en escena. Los desafiaba amenazante y sus ladridos volvieron a llamar la atención de los inhumanos. Otra vez a la carrera. Saltaron por encima de un Citroen C4 abandonado en la calle y cruzaron por la plaza de Yamaguchi. De allí quisieron cruzar por el callejón de los cines hacia la Avenida de Barañain. Pero su camino fue cerrado. Se dejaron sorprender. Tres o cuatro cogieron por detrás a Carlos que gritaba y se sacudía para todos lados. Matías golpeaba lcabezas de inhumanos y la sangre brotaba manchándolo todo. Logró sacar a su amigo de una muerte segura.
 -Te mordieron? preguntó preocupado.
 -No,no- respondió.
 -Cuando lleguemos te revisaremos- Ahora tenemos que llegar hasta las bicicletas.
  Como método de ayuda, los supervivientes habían desplegado bicicletas por toda Pamplona, para que en caso de necesitarlas las tuvieran a mano.Todos tenían memorizadas donde estaban. De ello dependía muchas veces sus vidas.Y era objeto de estudio obligatorio.
 -Al tanatorio- casi dijeron al unísono. Era uno de esos refugios de bicis.
  Llegaron y se montaron. Volaron en dirección de la Ciudadela.Por el camino se cruzaron con muchos inhumanos. Habían aprendido a conducir con una mano mientras con la otra aniquilaban criaturas. Llegaron al cruce de Pio XII y la Avenida del Ejército. Tuvieron que dejar las bicis. Demasiada gente en la calle.
 -Estamos llegando- dijo Matías por su walkie.
 -Los vemos- le contestaron desde la Ciudadela.
 -Hay demasiados!,necesitamos ayuda! gritó Matías.
 -Los vamos a buscar- sentenció la voz seria desde el otro lado del aparato.
 Las puertas de la Ciudadela se abrieron. La Avenida del Ejército estaba invadida. Más que nunca. Estaban hambrientos. Parecía que olían donde había vida. De la Ciudadela salieron dos máquinas de esas que se usaban para descargar mercancía de los camiones. Claro que modificadas. Estaban totalmente cerradas y en la parte trasera una escalerilla y una especie de cajón para que pudieran meterse un par de personas. Allí se subieron los expedicionarios al tiempo que las uñas de las máquinas cortaban cabezas,extremidades y de vez en cuando pegaban algún brinco cuando aplastaban cuerpos.
  Entraron raudamente en la Ciudadela. La pesadas puertas se cerraron tras ellos. Por fin respiraron.
 -Hoy estuvieron cerca!- les espetó Iñaki, el ex jugador del equipo local Osasuna.
 - Hasta donde fueron?-preguntó- Estábamos preocupados. Ya saben que no deben alejarse del perímetro de seguridad!- les retó severamente aquel hombre.
 -Es que queríamos traer alguna oveja- contestó Carlos.
 -Y como lo pensaban traer? A  rastras? preguntó irónico Iñaki- Entre cientos de inhumanos?. Es la última vez que desobedecen una orden directa. Ya saben que que para buscar comida deben respetar el Protocolo de Actuación Número Dos. Y vosotros actuasteis por cuenta propia- terminó muy enojado aquel hombre.
 Este hombre, Iñaki, ex jugador del Osasuna y actual Gobernador de la Nueva Ciudadela, como la apodaban, el último bastión humano en Pamplona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario