sábado, 24 de marzo de 2012

Capitulo Quince " Avería"


    " Acerba semper et immatura mors eorum qui inmortale aliquid parant"
      Siempre resulta dura y prematura la muerte de aquellos que preparan algo inmortal.


       A bordo de la "Siete de Julio"

     Dentro del vehículo todos estaban en silencio. La muerte del viejo de la Chantrea derrumbó el ánimo de sus ocupantes. El sonido del walkie devolvió un poco de vida en la oscuridad del vehículo.
   -Aquí Julia-todo bien por allí?-cambio
   -Bueno-respondió Merlín-más o menos, cambio.-
   -¿Por donde vamos hacia Berriozar?,cambio
   -Iremos hasta la Ciudadela y de allí cogeremos hacia Baja Navarra hasta la rotonda de Burlada. Prefiero ir por la ronda Oeste y evitar el centro de la ciudad. En teoría hay menos inhumanos en las afueras-informó Merlín.
   -Entendido-dijo Julia desde dentro de su Oruga Uno.
   -Australiano-dijo Carlos,  para romper un poco el frío causado por la muerte del viejo de la Chantrea- ¿qué fue lo que escribiste en la pared del Reyno de Navarra?
   -"GMC"-dijo- Gold Coast Melbourne, mi club de Australia-
   -¿Juegan al fútbol en Australia?-se mofó Matías-
   -Por supuesto-respondió enfáticamente-
   -Sí- dijo Merlín-juegan al fútbol con los canguros,jajajaja- su risotada retumbó en todo el interior mientras la única que estaba ajena a la conversación era Andrea que con un ojo apoyado en una de de las mirillas observaba como había quedado Pamplona después del asalto de los muertos vivientes.
  -El vehículo de Jota Jota atropelló a dos caminantes . Uno de ellos se estampó contra el acrílico que recubría la parte delantera del Oruga Dos. Durante unos segundos el inhumano miró con su cara sin alma el rostro de Jota Jota. Fue solo un instante, pero valió para que Jota Jota nunca más la olvidara. Un rostro sin expresión humana y una cara con cicatrices y parte de ella con magulladuras y cortes. Fue un segundo. El cuerpo se desenganchó de las uñas de la Oruga Dos y cayó delante de las pesadas ruedas que no dudaron en pasarle por encima. Jota Jota dió un pequeño salto y continuó su marcha  rumbo a la Plaza de los Fueros.
   Al llegar a la Avenida de Yanguas y Miranda vieron como una gran masa de inhumanos,(cerca de quinientos) corrían detrás de unos perros salvajes y rabiosos que se detenían y les hacían frente.
   -Esto ya lo hemos visto hace poco, no Carlos?-preguntó Matías, en referencia al incidente del Yamaguchi-
   -Sí, Matías-dijo con su mirada puesta en la mirilla.
   El australiano acariciaba los anillos de la muerte, esa arma antigua diseñada por Julia. Se trataba de una antigua arma medieval que consistia en aros de una sola pieza muy afilada que era capaz de seccionar miembros de un solo golpe. Ya lo habían probado y daba un eficaz resultado. Estaba esperando usarlos, les recordaba a los boomerang con los que jugaba en Australia. Doblaron rumbo a  Baja  Navarra y pusieron rumbo a la rotonda de Burlada. La Avenida estaba llena de automóviles abandonados. La Plaza de las Merindades tenía en el centro de la fuente un automóvil de policía todo incendiado y oxidado por el tiempo. Abstraído en sus pensamientos iba el autraliano cuando una poderosa explosión resonó en el ambiente. Una explosión que a baja escala le recordaba aquel accidente de avión ocurrido en Iturrama y el cual le había condenado a quedarse en Pamplona.
   -Qué pasa?-gritó Andrea.
   -Reventamos un neumático!. El pesado vehículo, a pesar de ir a poca velocidad, costaba mantenerlo firme. Se fue contra la acera, se subió a ella y se estampó contra unos árboles. Ante esto, las dos Orugas se detuvieron en seco y retrocedieron rápidamente.
  -¿Están bien?-preguntó asustada Julia,pero nadie respondió. Subió con su vehículo a la acera y le hizo una seña a traves del acrílico a Jota Jota. Se apostó delante del " Siete de Julio" y quiso ver la abertura delantera pero no veía nada.
   -Merlín?-estás bien?le preguntó Carlos.
   -Si,si-le respondió-con un golpe en la rodilla
   -Los demás?-preguntó Merlín
   -Yo estar bien-dijo el australiano
   -Yo también-dijo Andrea-aunque tenía un corte en un brazo.
   Como consecuencia del choque el walkie había volado y en el medio de la oscuridad nadie lo encontraba. Fuera Julia tocaba el claxon. Merlín se asomó a la abertura frontal y le hizo un gesto con el pulgar levantado. Julia respiró más aliviada.
   -Colócate un trapo en la herida- le dijo Matías a Andrea.
   Carlos ayudó a Andrea a ponerse un vendaje improvisado en su brazo-en cuanto lleguemos irás rápido a ver a Tomás-le dijo.
   La situación no era nada cómoda. El vehículo metido entre unos árboles y la marquesina de la parada de autobús y del otro lado unos cuantos inhumanos que con su poderoso olfato de carne humana se iban arremolinando ante el "Siete de Julio"..
  -Dale arranque Merlín-dijo Matías.
  Aunque el impacto no había sido muy fuerte, uno de los laterales había resultado dañado y por una de las planchas de metal colocada en él entraba luz entraba luz del exterior, demasiada.
  Merlín dió encendido con la llave. Como respuesta tuvo el sonido ronco del motor que no arrancaba. Otra vez y nada.
   -Se debe haber desconectado algún cable-Dijo el australiano.
   -Quieres bajar a ver qué es?- le preguntó burlonamente Carlos.
   -Nada-dijo Merlín-se agachó y empezó a buscar el walkie. Cuando lo encontró dijo-Jota Jota y Julia me escuchan?,cambio-
   -Aquí Julia,te escucho,cambio-
   -Aquí Oruga Dos-respondió Jota Jota.
  -Tenemos problemas-continuó Merlín- el "Siete de Julio" no nos arranca y además tenemos un huequito en el lateral izquierdo. Necesito que uno de vosotros se coloque cubriendo ese lateral y vamos a pensar un poco como salimos de aquí.
  -Voy yo dijo Jota Jota-
  -Bien-dijo Merlín-Tú Julia,que te conozco, no comiences con tus luchas de caballería. No tenemos mucho combustible para desperdiciar. Así que por favor colócate a un costado de Jota Jota y apaga el motor.
  -Entendido-dijo de mala gana
  -Qué vamos a hacer?- le preguntó el australiano.
  -Evidentemente que el " Siete de Julio" no se mueve-dijo Merlín-para continuar-juntemos todas nuestras cosas, todas la armas y lo que podemos hacer es subirnos en las jaulas de las orugas de dos en dos y volver a la Ciudadela- Le diremos a Julia que se coloque detrás,abriremos la puerta trasera y subiremos dos en la jaula. Mientras Jota Jota seguirá custodiando el agujero del lateral-
  - Es un poco peligroso abrir la puerta de atrás. Has visto como está la calle?-le dijo Andrea.
Y era cierto. Aquella plaza de Merindades que en la antiguedad era uno de los centros neurálgicos de Pamplona con su bonita fuente en la rotonda y sus edificios señoriales en las esquinas estaba ahora toda destruida. Su fuente con un auto policial quemado. Esos negocios que llenaban sus escaparates de ropas de marca ahora con sus cristaleras todas rotas, algunos incenciados, esqueletos de inhumanos y humanos por todos lados, suciedad y aquellos pájaros negros por todos lados. Era como si lo salvaje se hubiera adueñado  de Pamplona. Como si el único resto de humanidad del mundo estuviera en esa Ciudadela y en esos vehículos. Resto de humanidad ya que la vida podía adoptar diversas formas: como la de los inhumanos; que al fin y al cabo era una forma de vida que luchaba por sobrevivir. ¿ o no? Costaba creer que esas gentes que antes desarrollaban una vida normal, que trabajaban, amaban, que iban de compras, de vacaciones, que tenían familias , que celebraban cumpleaños y fiestas, que tenían las ocupaciones y preocupaciones de la gente normal ahora estaba reducidos a esto. A criaturas que deambulan por las calles, sin pensamientos, sin sentimientos y con un único instinto: el de la supervivencia.
   -Atención Merlín- dijo con voz preocupada Julia.
   -Si, Julia, te veo y lo que veo no me gusta- contestó.
El vehículo de Julia estaba rodeado de inhumanos. Muchos. Con sus gruñidos, sus uñas como garras, sus rostros sin cara, sus pelos descoloridos y sus ganas de comer carne fresca...Muchos de ellos se estaban trepando por la jaula posterior del Oruga Uno. Otros se subían a las uñas delanteras de la máquina de descargar. Julia miró al vehículo de Jota Jota y estaba en igual situación. Los inhumanos subiendo hasta estar casi pegados a la cabina del piloto. De las calles adyacentes también venían más inhumanos. Alguno que otros lo hacían corriendo y era fácil ver peleas entre ellos por alguna rata, algún perro o algún jabalí.
  Un inhumano cogió una piedra bastante grande y empezó a golpear el acrílico del Oruga Uno. Julia gritó.
  -No puedo aguantar más así Merlín!- y arrancó su máquina. Empezó a dar para adelante y para atrás. Los inhumanos empezaron a caer. Después avanzó unos metros y embistió a unos cuantos. Eso era lo que le gustaba. Ver como eran revoleados por los aires. Desde dentro los ocupantes miraban la escena. Jota Jota apenas podía ver. Estaba cubierto de inhumanos que le mostraban sus caras pegadas al doble acrílico. Arrastraban sus fauces contra la protección como queriendo entrar por ósmosis. Hasta que empezaron con las piedras a golpear el vehiculo. Uno de estos bloques grandes lo astilló un poco. Jota Jota arrancó también su motor.
  -Merlín!, esto se me complica. Tendré que empezar a dar vueltas! Y dicho esto eran dos máquinas las que volteaban inhumanos como bolos. Pero dejó el lateral descubierto.
  -Las armas,rápido!-exclamó Merlín.
   Todos hicieron caso simultáneamente. Andrea cogió un arco, unos cuantos aros metálicos( al que le apodaban "la rueda de la fortuna"). El arco se lo colocó en la espalda con sus fajos de flechas y con la derecha sujetaba un hacha. El australiano tomó una lanza y colgó en su cinturón un hacha y en la pequeña mochila que siempre llevaba varios aros. Por su parte Merlín, Carlos y Matías se aprovisonaron de todo lo que pudieron. Las tres hachas restantes, la lanza del viejo de la Chantrea, los arcos y la única arma de fuego con sólo tres balas en la recámara.
   Los inhumanos empezaron a agolparse en torno al vehículo. Unos trepaban por la parte delantera y se subían al techo. Se sentían encima de ellos. Una sensación de agobio los invadió. Otros inhumanos empezaban a asomar sus caras en el lateral roto y otros con sus garras comenzaron a agitar las planchas. Estas planchas metálicas eran bastante fuertes. Pero cuando saltan algunos remaches ...y además eran tantos.
 El vehículo empezaba a zarandearse por la acción de cientos de garras al mismo tiempo. Para llevar tanto tiempo sin comer tenían bastante fuerza. Fuera, el sonido de los toros tumbando muñecos no paraba. Merlín cogió el walkie y le dijo a Jota Jota:
   -Jota Jota, tendremos que salir por detrás-
   -Es una locura Merlín-le respondió Jota Jota-Esto es el infierno! Están apareciendo por todos lados!
   -Pero aquí dentro no nos podemos quedar!,en cualquier momento se nos van a meter por el hueco que deberías estar cuidando!
   -Julia!-, me escuchas? dijo desesperado Merlín.
   -Si!, Merlín- le contestó sin dejar de apuntar con su vehículo.
   -Vamos a salir por detrás, necesito que nos abras el camino! Un par de nosotros nos subiremos encima de la jaula de Jota Jota!
  -Jota Jota! ve por detrás y colócate en posición-ordenó Merlín.
 Una plancha metálica cedió y unas cuantas cabezas asomaron por el hueco.
  -Cuidado! gritó Matias al tiempo que con su hacha le volaba el cráneo a uno de ellos.
   Jota Jota tumbó a tres o cuatro inhumanos que tuvieron la mala suerte de cruzarse en el camino y se colocó detrás del autobús. La puerta trasera se abrió un poco pero había demasiadas criaturas como para que se abriera del todo.
   -Acércate más Jota Jota por Dios! exclamó Merlín.
   Dentro, el australiano y Matías a duras penas podían sujetar la placa que poco a poco iba haciendo saltar los remaches ante la horda de seres hambrientos.
   -No podremos aguantar mucho tiempo Merlín! gritó Andrea.
   Uno de ellos logró asomar un brazo dentro del vehículo. El australiano arremetió con una hacha y se lo arrancó. Acto seguido se las ingenió para que por la rendija abierta su arma le quebrara el cráneo. Ese inhumano no sufriría más de hambre.
 De pronto una estampida contra el vehículo. Julia que estampó cerca de diez cuerpos sin almas contra el lateral, pero esto hizo que la placa cediera y unos cuantos brazos empezaran a querer trepar dentro del vehículo.
  -Vamos, vamos!-dijo Iñaki-Julia! despeja el camino!. No había mucho tiempo que perder. Desde su posición Merlín vió como uno de los perros salvajes que deambulaban por la zona estaba a tiro de su arco. Fue todo sorpresivo. La puerta trasera se abrió de golpe, Merlín apuntò su arco y la flecha se clavó en el perro que cayó fulminado. Unos cuantos inhumanos próximos a la parte trasera del vehículo se abalanzaron sobre el animal. Esto los mantendrá un poco entretenidos-pensó Merlín. De un salto Andrea y el autraliano saltaron a uno de las Orugas al tiempo que unos cuantos de ellos se subían al Siete de Julio y avanzaban hacia ellos. Merlín le hizo un gesto a Matías y a Carlos de que se subieran al vehículo de Julia pero estos se negaron.
   -No te dejaremos aquí Merlín!- gritó Carlos.
  El vehículo fue invadido por inhumanos que avanzaba al final de él. Julia miraba sin entender nada. Merlín, Carlos y Matías de un salto pusieron pie en tierra y se alejaron a todo correr de todas aquellas bestias. Un aro metálico desde arriba del Oruga de Jota Jota voló por el aire y le arrancó los ojos a una bestia que tenía enfrente a Matías. Mientras Andrea, con su arco, lanzaba flechazos certeros contra la muchedumbre hambrienta. Se abrían paso a golpe de hachas y lanzas.
  -Por aquí!-gritó Merlín señalando uno de los negocios de la esquina de la calle Sanguesa. De un salto lograron sortear la barricada ubicada delante de él y  meterse dentro. De un golpe pudo Matías cerrar la pesada puerta enmohecida por el tiempo. Fuera Julia y Jota Jota seguían dando vueltas derribando y pasando por encima de las bestias inhumanas.  El negocio, una pequeña oficina de telefonía movil parecía desierto. Estaba oscuro por lo que Merlín encendió su linterna.-No veo nada, el lugar está limpio-dijo.
   Fuera los inhumanos se agolpaban contra las rejas y con sus garras las hacían batir. Pero también es cierto que tanto Julia, como Jota Jota y los otros ocupantes se encargaban de que fueran cada vez menos. Pero era peligroso porque se estaban quedando sin flechas y sin aros. La esquina era un auténtico campo de combate. Ya resultaba difícil hasta para las orugas pasar por encima so riesgo de volcar. Merlín se llevó la mano al bolsillo y al no encontrar lo que buscaba exclamó -Mierda! perdí el walkie!.-No tengo mucho combustible- se dijo Julia-y ahora que hago?- Por un lado sabía que si se quedaba ya no tendría escapatoria porque los inhumanos se le pondrían a su alrededor hasta que consiguieran romper el acrílico Y por el otro sabía que no podía abandonarlos. Mientras Jota Jota lograba mantenerlos a raya fuera del negocio. Se alejo unos metros de ellos e hizo algo impensado. Abrió la puertezuela del Oruga Dos, se bajó y lanzó grito desesperados contra los inhumanos.
   -Venid, venid conmigo bestias!,Vamos, vamos!-Al ver esto los inhumanos que trataban de entrar donde estaban los demás se dieron la vuelta y con su andar torpe se encaminaron hasta donde estaba Jota Jota. Desde dentro Merlín y los demás no daban crédito a lo que veían.
   -Pero que huevos tiene este Jota Jota!-exclamó Carlos.
Jota Jota se subió nuevamente al Oruga y trató de alejarlos de la zona para que se olvidaran de los refugiados. Cuando estuvo como a cien metros dió la vuelta alrededor de la fuente de Merindades y volvió velozmente sobre la oficina pero tuvo la mala suerte de no calcular que el cordón de la calle estaba demasiado cerca y el Oruga dió un brinco que lo hizo volcar.
   -Carajo!-dijo Matías.
El vehiculo tumbado y con el acrílico superior roto. Presa fácil de los inhumanos. Andrea y el australiano lograron ponerse en pie. Al Australiano se le veía un hilo de sangre en su rostro y además cojeaba de su pierna derecha. Andrea, un poco magullada lo ayudaba. Julia se acercó raudamente para socorrerlos. Jota Jota levantó la puertita de su oruga y se subió encima de él. Julia embistió a algunos. Los tres corrieron como pudieron hacía la oficina de la teléfonica donde estaban los demás y en un par de segundos estaban todos dentro.Julia desparramó a los que pudo y se alejó un poco. Ahora ya no tenía dudas de que tenía que hacer. Volvería a la Ciudadela. Solo ella podría avisar que había pasado antes de que se le acabara el combustible. La excursión resultó cara. Con el viejo de la Chantrea muerto, el Siete de Julio inutilizado y una de las únicas dos orugas que había en el fortín fuera de servicio para siempre. Ni se quería imaginar la cara que pondría Iñaki.
   Desde la pequeña ventana los refugiados vieron como el Oruga de Julia se alejaba hasta que no lo vieron más. Lo que antes se tardaba cindo minutos entre a Plaza de Merindades y la Ciudadela ahora parecía un mundo. Algunos inhumanos corrieron con su forma de correr detrás de Julia, otros siguieron con su deambular cansino. Todavía media docena se estaban entreteniendo con el perro muerto a flechazos. Los demás integrantes de la excursión vigilaban con sus escasas armas la escena.Parecía que se habían olvidado de ellos.
   -Menos mal que los inhumanos no tienen memoria-pensó Matías.
  


 
  
  


 
 
 


 
 

  
 

 


jueves, 22 de marzo de 2012

Capitulo Catorce " Señales de radio"

    "Redit in nihilum, quod ante fuit nihil"
    Nació de la nada, y en la nada acaba"
    
   

     Sala de Armas de la Ciudadela

  -Me escuchan?,repito: alguien me escucha?,cambio-Una voz se escuchó en la Sala de Armas, más precisamente en la vieja radio.
   Tomás se sobresaltó, permaneció inmóvil unos segundos. Se habría quedado dormido? Esa voz fue de verdad o producto de algún sueño? Ese día le tocaba guardia. Se había traído su diario y después de escribir algunas líneas se había quedado dormido. El sonido metálico de esa voz lo despertó. Menos mal que no me vió Iñaki dormido, la bronca que me habría caído-pensó para si mismo.
   Se levantó de la silla de madera de su propia invención y fue hasta la jarra de agua. Se sirvió un poco en su vaso de madera, se acomodó de nuevo en la silla y abrió de nuevo su diario donde lo había dejado:
   "Primavera del 2002. Mis piernas casi no me respondían. La cima de la montaña parecía cada vez más lejos y si miraba hacia abajo los automóviles y los camiones parecían de juguete. Estaba realmente cansado. Desde lo alto de la Higa de Monreal el tiempo no pasaba. Estaba estancado en el pasado. Algunos pájaros daban vuelta sobre mi cabeza pero nada más. Mi bicicleta era nueva pero no mi corazón. Sentía sus latidos que retumbaban en toda la montaña y mi visión empezaba a quebrarse. Sentía como una fuerza poderosa me hundía la cabeza contra el suelo y en mi visión veía como una gran mancha oscura se iba cerrando en torno a mis ojos.Luego no sentí nada más. Desperté en el hospit....
  -Hola, me escuchan? Cambio-sonó otra vez esa voz pero no en los sueños .Alguien estaba hablando en la radio.
  Tomás se levantó corriendo. A un lado dejó su relato sobre el día que se desvaneció subiendo en bicicleta a la Higa de Monreal, ese pico de 1300 metros ubicado a las afueras de Pamplona y fué hasta la mesa de la radio.No, verdaderamente no era un sueño.
  -Hola,hola-respondió nervioso-Aquí Tomás desde el fortín de la Ciudadela en Pamplona-para seguir-Quién está del otro lado?cambio-
  -Aquí el Capitán Salvadores, Marcos. Del Pais Vasco-contestó la voz metálica.
  -Del Pais Vasco?-preguntó con sorpresa Tomás, y luego agregó-Pensábamos que fuera no había nadie más-
  -Pués nosotros creíamos lo mismo-le respondió Salvadores-
  -Esperad unos segundos que iré a buscar a mi jefe Inaki-dijo entre una mezcla de nerviosismo, alegría y sorpresa.
  Tomás abrió de un golpe la puerta que separaba la Sala de Armas y el espacio exterior y salió en alocada carrera a buscar a su Jefe.-Iñaki,Inaki!! Gente!Gente!-gritaba como un poseso. Algunos de los últimos Doscientos que estaba por los alrededores lo miraban extrañados pero Tomás seguí corriendo y gritando.
  Al escuchar los gritos Iñaki que estaba hablando con el matrimonio de Sarasate se levantó de su silla y preguntó:-Qué pasa Tomás? Tomás llegó hasta él, no podía respirar por tamaña carrera que había hecho.
   -Respira Tomás, respira-le dijo en tono paternalista.
   -Iñaki, tenemos contacto por la radio-dijo sin aliento.
   -Vamos, vamos!-exclamó el Jefe y salió a toda carrera hacia la Sala de Armas.
  Las cuatro personas llegaron hasta la radio. Otros que caminaban por la Ciudadela al ver que corrían se les unieron.
   Iñaki levantó el micrófono y dijo- Aquí Iñaki, jefe de la Ciudadela en Pamplona, quién está al otro lado,cambio-
  Silencio de radio, nunca mejor dicho. Todos los presentes miraban a Tomás que a su vez miraba fijamente la radio. Le habría jugado una mala pasada su imaginación?
  -Aquí Iñaki, repito. Hay alguien allí?,cambio-
  Más silencio en la radio.
  -Lo has escuchado de veras,Tomás?-preguntó el viejo de Sarasate.
  -Sí,si!Respondió el aludido casi implorando.
  -Hola, hola. Aquí el Capitán Marcos Salvadores-cambio
  -Buenas tardes Capitán, aquí le habla Iñaki, jefe de la Ciudadela al mando de los últimos Doscientos en Pamplona. Dónde están?cambio-
  -Estamos cerca de Pamplona, al lado de la variante. Hemos llegado anoche a un parque cercano, un lugar llamado La Chantrea, lo conoceís?-preguntó el Capitán.
   -Un parque? dijo en voz alta Tomás-Debe ser el Parque del Mundo-dijo a los presentes.
   -Es el Parque del mundo, dijo Iñaki- De dónde vienen, cúántos son? le preguntó.
   -Venimos de San Sebastían-respondió el Capitán-Somos solo cuatro-
  A la alegría del encuentro le vino el bajón al escuchar que eran tan pocos.-Solo cuatro?-preguntó el Jefe de la Ciudadela.
  -Sí-respondió con tono firme el Capitán-Un viejo camión, algunas armas, poco combustible y casi nada de alimentos- Ah!-agregó-Y con unos cuantos sonámbulos a cuestas-
  - Asi los llamaís?- preguntó el ex de Osasuna.
  -Sí. Hemos matado a muchos. Un día nos decidimos salir de San Sebastián y venir para el este. Teníamos la corazonada de encontrar a más gente. Pero no nos imaginábamos que esto estaría plagado de tantos sonámbulos-
 -Nosotros le llamamos Inhumanos- les dijo Iñaki.
 -Vosotros estaís en la Ciudadela, en Pamplona, verdad?-preguntó El Capitán Salvadores.
  -Así es-respondió-Somos cerca de doscientos muy bien armados para hacer frente a cualquier ataque de inhumanos- dijo mintiendo el Jefe. A decir verdad muchas armas de piedra y flechas pero armas de verdad; pocas.Y además un par de cañones de la época de la Invasión Napoleónica.
  -Pues nosotros tenemos muy poca cobertura de fuego-dijo apesadumbrado Salvadores.
  - Por aquí está muy peligroso-dijo Iñaki-Hay miles de inhumanos dando vueltas-
  -Como en todos lados-le respondió Marcos.
De repente se escucharon unos disparos del otro lado de la radio. Unos gritos y más disparos. Iñaki, Tomás y los demás que se habían metido en la Sala de Armas se miraron.
  -Hola,hola! dijo Iñaki.
 Solo se escuchaban señales de interferencias. Luego el más absoluto silencio.
  -Y ahora qué hacemos?- preguntó el viejo de Sarasate.
  -No lo sé-le respondió Iñaki-esperar me supongo.
 Poco a poco todos los congregados abandonaron la Sala de Armas. Menos Iñaki,Tomás y el viejo de Sarasate. Se resistían a irse. Querían escuchar algo más de aquella radio muda. Pero nada. Luego de media hora abandonaron la Sala.
  -Tú, Tomás-le dijo-mantente alerta por las dudas.
  -Sí, Jefe-le respondió.
  Había quedado en el ambiente una especie de frustración mezclada con esperanza aunque no se sabía cual pesaba más. Ahora Iñaki tenía que pensar en algo más importante para él. Quería saber como le estaba yendo a la expedición que había mandado al Osasuna. Eso era lo realmente real en esos momentos.De lo otro solo Dios sabía qué había pasado. Y como Dios estaba tan lejos.....


Uno de los viejos cañones con que contaba la Ciudadela




  
 
 

domingo, 11 de marzo de 2012

Capitulo Trece " Excursión"

    "Gloria victis!"
     Gloria a los vencidos!


   -Preparad las armas-ordenó Iñaki- Listos?, tirad!- gritó.
  Nueve arqueros hicieron llover sus flechas incendiarias sobre unos cuantos inhumanos que circulaban por uno de los portones de la Ciudadela. Las flechas se metían en sus cabezas y el fuego hacía que esos pelos descoloridos y malolientes se encendieran como velas de cumpleaños. Era todo un espectáculo verlos correr tratando de sacarse el fuego de la cabeza, eso si, si le acertaban de pleno ya no corrían más. Dejaban de sentir aunque  casi todos ya lo habían hecho años atrás. Otros les arrojaban cócteles con la poca gasolina que Iñaki les dejaba utilizar. La operación consistía en limpiar este acceso para dejar salir a los expedicionarios. Aunque alguna vez alguno se colaba dentro de la Ciudadela donde era bien recibido. Las flechas y lanzas estaban diezmando inhumanos de los que deambulaban por la Avenida del Ejército. Los ocupantes del viejo autobús poco a poco iban subiendo y colocándose en posición. Este vehículo que anteriormente funcionó como línea urbana de transporte de la linea 7 que unía Barañain con la Chantrea fue remodelado en su totalidad. Sus ventanillas fueron recubiertas con placas metálicas, se le agregó una puerta trasera y el conductor solo podía mirar por una especie de abertura semejante a la de los bunker. Más que un autobús aquello era un acorazado remendado por todos lados. A sus costados tenía seis u ocho mirillas donde los ocupantes se asomaban de vez en cuando para observar el mundo actual de Pamplona. Dentro, casi a oscuras, estaban Merlín, Carlos, Matías, Andrea, el australiano y el viejo de la Chantrea. Delante de ellos irían las dos máquinas de descargar con Julia y Jota Jota "abriendo camino". Tenían dentro de la operación, que ejecutar dos misiones. La primera:  ir hasta el campo de cultivo del estadio de Osasuna, que en las primeras épocas del desastre se convirtión en refugio y una especie de granja donde los humanos levantaron con picos y palas el terreno de juego para descubrir la tierra negra de Pamplona y cultivar algunas semillas y además construyeron unos conductos que canalizaban el agua de lluvia para convertirla en riego. La segunda misión era ir hasta el Polígono Comercial de Berriozar. Allí existieron algunos hiper de alimentación que quizás todavía conservaran algo de provecho. Tenían armas, pocas de fuego ante la escasez de munición y otras fabricadas en el fortín. Lanzas, arcos, hachas de piedra y tirachinas que arrojaban unas piedras puntiagudas que se clavaban facilmente en la carne podrida de los infectados.
   Cuando  la entrada se vió mas o menos despejada se escuchó la voz potente del Jefe:
-Abrid el portón, y estad atentos!
Uno de los portones de salida que se usaba para estas ocasiones se abrió lentamente y las dos máquinas delanteras salieron primero, después el acorazado al que habían apodado " Siete de Julio". Otra lluvia de flechas cruzó el cielo de Pamplona y los carros de combate empezaron a desparramar inhumanos por todos lados. En la Avenida del Ejército a esa hora no había muchos, quizás unos quinientos, pocos para lo habitual.
  -Buena suerte- dijo en voz alta Iñaki al tiempo que ordenaba el rápido cierre del portón. Esta vez nadie se había colado dentro.
   Salvo Matías y Carlos que tuvieron una escapada unas semanas atrás, los demás hacía mucho tiempo que no salían a las calles, a Pamplona, la ciudad de los parques y avenidas, sus calles cuidadas y limpias, la ciudad de los Sanfermines. Ahora esta ciudad estaba irreconocible. Sus calles abandonadas (bueno, abandonadas de humanos) y sucias, basura por todos lados, llenas de muerte, edificios semi-destruidos por los ataques del Ejército, inhumanos por todos lados en lucha contra perros rabiosos, ratas comiendo restos de inhumanos e inhumanos comiendo ratas, jabalíes que habían tomado también la ciudad y se enfrentaban todos los días con inhumanos y casi siempre perdían. Era como que la naturaleza, lo salvaje, la muerte se habían apoderado de la ciudad. Pamplona, ciudad de la furia.
Uno de los portones de la Ciudadela
 Los dos vehículos delanteros abrían el camino entre inhumanos. Sus poderosas  uñas desmenbrando inhumanos a diestra y siniestra. Las criaturas se colocaban delante de las máquinas sin saber lo que les esperaba. Pero su instinto de hambre era muy poderoso. Muchas veces el golpe les daba en la cabeza y se acababa su tortuosa vida pero muchas otras solo los descuartizaba y así seguían; sin piernas, sin brazos, arrastrándose como babosas, dando alaridos. El cazador cazado. La llama de la vida no se apagaba en ellos a no ser que se acertara de pleno en su cabeza, esa parte del cuerpo que antes alojaba sentimientos, recuerdos, fechas, amor...
   El convoy dobló por la Avenida de Yanguas y Miranda y atravesó la rotonda de la Plaza de los Fueros. A la izquierda la iglesia de la Misericordia, cubierta de hiedras y musgos, semi destruida.
  -Yo venía a jugar al fútbol allí- dijo Andrea.
  -Fútbol?- preguntó Merlín-No sabía que te gustara.(muchas veces todavía se hablaba en presente de cosas que hacía años que no funcionaban)
  -Si-contestó Andrea-solo aficionada.
  -Así que teníamos a Messi en el fortín y no lo sabíamos-se mofó el vijo de la Chantrea.
  -Muy gracioso-le replicó Andrea.
  -Yo no creo en las iglesias, ni para el rezo ni para el fútbol-dijo el viejo y agregó- Dios nos tiene abandonados-
  -Abandonados?- pregunto Andrea-Quizás porque nos tiene presente todavía estamos vivos-
  -¿Esto es vivir?-ironizó el viejo-¿escondidos todo el día dentro de una madriguera?
Y así se enfrascaban en esas dialécticas interminables que derivaba después en cualquier cosa alejada de la discusión original. Mientras el autobús daba saltos cada vez que golpeaba y pasaba por encima de cuerpos de inhumanos. Para romper la tensión Carlos cogió el walkie y dijo: -Aquí Siete de Julio a Oruga Uno- me recibes Julia?,cambio-
  -Aquí Oruga a uno a Siete de Julio-contestó Julia. Por aquí fuera todo tranquilo,matando el tiempo y rematando inhumanos,jejeje- dijo Julia.
  -Oruga Dos,¿me copias? dio Carlos.
  -Aquí Oruga Dos- contestó Jota Jota y agregó-Esto está un poco aburrido,jajaja.¿Pero vieron como está Pamplona?
  -Una pena de ciudad-Dijo Matías a los del autobús.
  -Bueno, conducid sin prisas que no hay apuro-señalo Merlín.
Su recorrido sería por la Avenida Zaragoza hasta la calle del Sadar, donde está el estadio. Allí recogerían todo lo que pudieran. Una vez terminada esta tarea se dirigirían a Berriozar, a los hiper.
  -Cuidado Merlín,el semáforo está en rojo!-dijo  el australiano-sin ver nada desde la oscuridad total del autobús al tiempo que largaba una carcajada.
  -Otro gracioso-contestó Merlin.
  No había semáforo pero si unos viandantes inhumanos que sintieron en su cuerpo todo el peso del vehículo.
  -Ahí llevaba mi moto a arreglar-dijo meláncolicamente Matías mirando por una de las mirillas del acorazado Siete de Julio.
  Cada uno viajaba en ese carro blindado pero todos estaban viajando más por sus recuerdos a través de esa mirilla.Uno a uno de iban turnando por las mirillas, de izquierda a derecha y viceversa. Todos querían ver en que había quedado convertida Pamplona. Las imágenes pasadas volaban en sus cabezas como volaban en los viandantes cuando eran golpeados por el convoy. Cuando doblaron en l acalle del Sadar el australiano sacó algo del bolsillo que nadie se percató. Todos estaba tensionados por los próximos pasos a seguir. No había muchos inhumanos. El carro retrocedió y se posicionó en una de las puertas de entrada ,la número ocho. Levantaron el doble cerrojo de la puerta trasera y se bajaron rápidamente con sus armas. Todos menos Merlín que se quedaría en el autobús. Cerró la puerta y se quedó dentro, otra vez a oscuras y solo con ese haz de luz que entraba por las mirillas y por la rendija delantera. El australiano corrió hasta una de las paredes y escribió unas siglas y entró en el estadio. Tras él la puerta se cerró fuertemente y comenzaría la labor de recolectar.
 -Cosecharás tu siembra-pensó Andrea.
Pero poco había que juntar. Fuera unos gruñidos comenzaban a oirse. La comida de los inhumanos estaban en ese momento dentro del estadio.
  En el antiguo campo de fútbol del Osasuna poco había para recolectar. La ausencia de lluvias de los últimos meses hicieron que lo poco que estaba plantado se perdiera.
  -No tenemos nada aquí- dijo Matías apesadumbrado.
  -Que pena,maldita lluvia-exclamó el viejo de la Chantrea.
  -Aprovechemos y juntemos toda la madera que podamos. La necesitamos para el invierno que se viene y además Julia las necesita para sus armas- aconsejó Carlos.
  El sonido del walkie de Merlín rompió el desolador presente del estadio.
   -Aquí Siete de Julio, me escuchan, cambio-dijo desde el autobús Merlín
   -Sí, Merlín,te escuchamos-contestó Carlos.
   -Aquí se está poniendo feo, se está poblando de inhumanos,cambio-dijo con tono preocupado Merlín.
  -Juntamos un poco más de cosas y nos largamos-respondió Carlos.
  El australiano cogió su hacha y acarició la parte superior-creo que tendremos mucho trabajo. No me defraudes,eh!
  -Bueno chicos-dijo Matías-tenemos que salir-
  -Estamos listos-dijo Andrea.
  Los dos vehículos de protección con Julia y Jota Jota estaban rodeados de inhumanos. Sin detener sus motores daban vueltas reventando cabezas y cuerpos.
  -Merlín, como lo ves?-preguntó Julia a través del walkie.
  -Mal-le contestó-
  -Jota Jota, estar atentos que ya están por salir-le comunicó Merlín.
 La puerta de salida estaba colmada de inhumanos. La operación salida sería realmente complicada.
  -Atención Merlín,vamos a salir-dijo Carlos.
 Merlín en la parte posterior del autobús estaba atento hacha en mano. La puerta del estadio se abrió lentamente. Carlos asomó un poquito la cabeza, luego abrió la puerta despacio y salió. Detrás salieron los demás. Pero los inhumanos siempre huelen el olor a carne fresca. De repente se vieron a escasos cinco metros de la puerta del autobús rodeados de inhumanos. El viejo de la Chantrea sacudió su lanza y la ensartó en la cabeza de uno de ellos.  Dos inhumanos empezaron a acorralar a Andrea contra la puerta de entrada. Ella blandió su hacha y le cortó la mano a uno de ellos. Esa parte del cuerpo con sus uñas largas voló por el aire y golpeó a Matías en la espalda.
  -Agáchate Andrea!-gritó Matías apuntando con su arco. La flecha circuló a gran velocidad y entró en el ojo del otro acosador.
  -Bien hecho!- gritó Carlos
  Julia con su máquina se acercó hasta el autobús y arremetió contra un grupo que se acercaba poco a poco a los luchadores.
  El australiano con su hacha sacudía su brazo de izquierda a derecha sin importar si les daba en la cabeza, en las piernas o en los brazos. El viejo de la Chantrea se vió entre cinco inhumanos que le cortaron el camino. Uno de ellos le ancanzó en el brazo.
  -Hijo de puta, me mordió,me mordió!!!-gritó con desesperación.
  -Malditos- dijo el australiano y arremetió contra todos ellos ayudado por Matías.
  Un hachazo certero de Matías le partió la cabeza a uno de ellos. Merlín que hasta ese momento había observado toda la escena desde el autobús abrió la puerta posterior del vehículo y bajó envuelto de ira. Con su lanza ensartaba todo lo que se movía torpemente. Uno y otro caía delante de él. El viejo de la Chantrea cayó al suelo mientras Matías y el australiano se veían rodeados por muchos inhumanos. Andrea golpeó con su hacha a uno en la pierna y su arma quedo clavada en su hueso. Tuvo que dejarla ya que el inhumano estiró su brazo para cogerla y tuvo que retroceder. El australiano se abalanzó sobre dos que estaban a punto de atacar al viejo. A uno pudo tirar pero el otro se ensañó contra el viejo que tendido en el suelo nada podía hacer. Un primer mordisco le arrancó un pedazo de brazo ante el grito de dolor de éste. Otro mordisco y su cara se vio desfigurada. La sangre brotaba de esa cara que en nada  se parecía a la del viejo, que pese a todo, gritaba con todas sus fuerzas. En un ataque de ira tanto Carlos, Matías y el australiano sin medir la cantidad de inhumanos que ya había en el lugar golperon con todas sus fuerzas a los atacantes. Pero había tantos que pronto retrocedieron. Jota Jota desde uno de los vehículos atropelló a los que estaban encima del viejo que ya yacía en el suelo sin vida. Las uñas de aquella máquina estaban llena de pedazos de cuerpos podridos y esa sangre de color casi negra de los inhumanos. Merlín se subió al autobús y fue corriendo hasta el asiento para arrancar el motor sin darse cuenta que un inhumano le habia seguido los pasos y había subido detrás. Avanzaba despacio sin que Merín se diera cuenta. A medio metrode la espalda de Merlín el inhumano estiró sus garra al tiempo que gruñia y cayó pesadamente sobre Merlín que dió un grito y se incorporó rápidamente. El cuerpo de este inhumano atravesado por una flecha de Matías estaba tirado a su lado.
  -Ten más cuidado Merlín!-gritó Matías-o es que nos quieres dejar sin conductor?-terminó.
Todos subieron al autobús y cerraron la puerta de golpe. Otra vez a oscuras dentro del autobús lo único que se sentía era el jadeo y la respiración de todos.
  -Nos vamos!-gritó Merlín
El convoy nuevamente arrancó rumbo a Berriozar. Por la mirilla vieron que la puerta del estadio había quedado abierta y muchos inhumanos estaban entrando.
  -Adiós al Osasuna-dijo apesadumbrado Carlos.
  -Hasta siempre viejo!-dijo con lágrimas en los ojos Julia desde su vehículo.


 
Esto fue lo que escribió el australiano en la pared del estadio del Osasuna
 




 
 


  






 
 

sábado, 3 de marzo de 2012

Capítulo Doce:"San Crístobal"

  
   "Ignavi coram morte quidem animan trahunt, audaces autem illam non saltem advertunt"
    Los cobardes agonizan ante la muerte, los valientes ni se enteran de ella"


   25 de julio 2012

Festividad de Santiago. La sirena de la ambulancia resonaba como un eco fantasmal en las casi desiertas calles de Pamplona. Después de abandonar la ciudad y dejar atrás el último puesto militar se adentró en terreno libre de cuarentena. Subió aquella cuesta,una curva y otra y otra más. Dibujando con sus ruedas meandros de terreno casi virgen. Una curva más y atravesaría el portón improvisado del Centro de Plagas y Epidemias consituído en el monte de San Cristóbal. Los dos cuerpos inertes de su interior recogidos por las " cuadrillas de limpieza" del Ejército iban camino al laboratorio de los científicos para ver si se encontraba algo en ellos que diera un poco de luz a tamaña incertidumbre científica.
   La noche anterior Pamplona fue un caos. Hubo saqueos a numerosos negocios, combates cuerpo a cuerpo contra los "inhumanos", como empezaron a llamarles por parte del ejército,gente disparando desde sus casas,otros que corrían a lugares más seguros. El infierno en la tierra o la tierra hecha infierno.
   A pesar de aquel panorama en el Monte de San Cristóbal se trabajaba a destajo para encontrar algo, por mínimo que fuera, aunque sin resultado todavía.
  -Ponedlos allí, en las camillas- dijo el Jefe médico a cargo, un prestigioso médico de Madrid, llegado recientemente. Le habían localizado en su lugar de vacaciones una semana antes. Lo dejó todo, a su familia, sus hijos, el mar, las arenas blancas. Ahora el espectáculo era otro, tenía que analizar aquellos cuerpos una y otra vez. Muchas pruebas, muchos análisis, autopsias para llegar al fondo de la cuestión. Cómo era posible que una persona normal de un día para otro, súbitamente se convirtiera en una especie de perro salvaje que devoraba cuanto se  ponía a su alcance. Todos lo sabían, pero nadie lo decía. Aquello era algo que superaba la rabia o cualquier otra nefermedad contagiosa conocida con creces.
Después de preparar un poco los cuerpos, todo estaba a punto. Tres médicos y una enfermera preparados.
  -¿Listos?-preguntó el Jefe.
  Los otros asintieron. El bisturí que baja lentamente hacia el abdómen previamente marcado con un rotulador. Se hunde un poco y empieza a recorrer suavemente y a paso firme aquella piel dura.Después sucede lo que jamás pudieron imaginar. El cuerpo se estremece,como despertando de un sueño aletargado por el tiempo. Ellos son forenses, trabajan con cadáveres. ¿Acaso no estaba muerto? Unos ojos sin expresión se abren lentamente, las manos  parecen garras y recobran toda la energía perdida días u horas atrás y atraen el cuerpo de uno de los médicos para si. Los dientes se hunden en su cara y le arrancan parte de su mejilla. Esos inmundos dientes masticando piel humana daban repulsa hasta al más salvaje de los caníbales. Una visión que dejó paralizados a todos por unos segundos sin saber que hacer,sin entender nada. Los otros dos se abalanzan contra el inhumano, tratan de sujetarlo pero también son alcanzados por esas garras y por esas mordeduras. La enfermera que con sus gritos alertó al personal de seguridad apostado en los pasillos trató de socorrer a uno de ellos.. Entran los efectivos de seguridad con sus armas automáticas,disparan con cuidado de no herir a ningún humano. Esa bestia de fuerza desconocida no cae por más que las balas traspasen su cuerpo. Dos soldados le sujetan. Uno de ellos le sacude fuertemente con la culata de su arma. El inhumano acusa el golpe.Retrocede contra la pared. Es una fiera acorralada. Sus ojos blancos y rojos, sus cuerdas vocales emiten un gruñido desafiante y presenta una pose amenazadora. Agita sus brazos y muestra sus garras al tiempo que masculla sonidos incomprensibles. Y entonces lo inesperado, si podía esperarse algo más inesperado. El otro cuerpo recostado en la camilla se levanta y clava sus uñas en la cabeza de uno de los guardias. Este cae aturdido. El otro dispara automáticamene, pero esta vez a la cabeza. Acierta. El orificio en su frente, negro como el alma del muerto es lo último que se ve antes de que caiga desplomado. El otro inhumano que abraza a uno de los médicos y no lo suelta. Los gritos de dolor del científico superan cualquier racionalidad. En un arrojo de valor la enfermera coge una pinza y la clava en la nuca del inhumano. La sangre de su boca dibuja mapas rojos en su perilla. Llegaron mas médicos y más efectivos para socorrerlos. Varias personas resultaron heridas y rápidamente fueron trasladadas poder comenzar con los tratamientos. El reloj del laboratorio marcaban las 20:52 de aquél 25 de julio en Pamplona.
Aspecto actual de las tumbas de algunos de los
Últimos Doscientos


   Se realizaron los primeros cuidados a todos los heridos. Algunos estaban más graves que otros ya que habían perdido mucha sangre alcanzando el estado de shock, también nervioso como la enfermera ahora relegada de sus funciones. Sería una noche larga para todos.
   Desde lo alto del monte de San Cristobal se oían los disparos de las automáticas en Pamplona,mientras sus destellos eran como luciérnagas que decoraban la noche que se cernía sobre los edificios. Otra vez el caos,otra vez las luchas y los saqueos. Pamplona era una ciudad ingobernable. Las autoridades la habían abandonado ubicando su sede provisionalmente en la localidad cercana de Olite. Hasta allí todavía no había llegado la locura. Se trataba de trabajar en conjunto con el ejército y las policías nacionales y forales. Trabajo arduo ya que muchos habían abandonado sus labores en busca de un destino mejor.Las sectas apocalípticas de varias partes del globo hablaban del "fin del mundo",algunos sectores de la Iglesia opinaban que Dios estaba castigando a la humanidad y que Pamplona era el lugar elegido para el "escarmiento",los científicos hablaban de un mal incurable y progresivo. Pero nadie acertaba a dar una explicación de lo que realmente pasaba y cual sería su solución, si la tenía.Pamplona convertida en Sodoma y Gomorra para la expiación de los pecados.
   Como todas las mañanas desde el Centro de Plagas y Epidemias de San Cristobal se emitía un parte con las investigaciones que se habían llevado a cabo el día anterior. El gobierno en funciones en Olite era el recepctor de aquellos partes y en base a él dictaminaba algunas directrices. Aquel 26 de julio a las ocho horas, la hora habitual,nada se vio ni escuchó. La pantalla gigante que comunicaba con el Centro de Epidemias permanecía a oscuras.Se llamó en repetidas oportunidades y solo hubo silencio de radio.
  Dos vehículos militares más un vehículo médico partieron a las ocho y veinte desde el Centro Médico de la calle Amaya.Bajaron por la Avenida de la Baja Navarra. Dejaron a la izquiera el viejo Colegio de Médicos de Navarra y el Club Amaya y al llegar a la rotonda que va hacia Burlada giraron a toda marcha a la izquierda. Luego un par de giros más. Al llegar a la Ronda Oeste viraron a la izquierda nuevamente y cuando vieron el cartel de Artica  a la derecha comenzaron a ascender el monte. Llegaron al portón del Centro de Investigación que inexplicablemente éstaba abierto de par en par. Los vehículos se detienen, a la expectativa.Se bajan del primero media docena de hombres fuertemente armados. De entre los árboles salen unas cuantas figuras que ,con su andar bamboleante y sus gruñidos de perros salvajes se dirigen a los autos. Los soldados disparan al tiempo que más y más sombras aparecen por todos lados. Se abalanzan sobre el auto médico y sacan a sus ocupantes que se defienden como pueden. Los soldados disparando, vaciando sus cartuchos. Muchos caen, pero muchos se levantan. Es la sombra de la muerte la que oscurece aquellos automóviles. Médicos, guardias, enfermeras,todos con las mismas caras,con los mismos rostros desencajados. El silencio de un día de verano interrumpido por cientos de disparos. Pero los inhumanos eran muchos. Muy pronto las armas callaron sus ronquidos. Muy pronto aquellas figuras no humanas se daban un festín imposible de describir,como aves carroñeras hundían sus fauces en todo lo que encontraban. El horror de los cuentos de Poe a pocos pies de altura de Pamplona.
  Ese fue el fin del Centro de Epidemias en San Cristobal. El fin de una pequeña llama de esperanza encendida por aquellos médicos que trabajaban en busca de algo y el principio de una oscuridad que se adueñaría de Pamplona para siempre.